El impuesto revolucionario
He querido esperar unos días hasta escribir una carta a su periódico, en relación con el editorial del día 22, que adjunto en mi carta.Día a día, artículos y editoriales como este nos obligan, junto a silencios imperdonables, a considerar que EL PAÍS ha dejado de ser un periódico independiente, y de que cada vez se va acercando más a la labor de aparato propagandístico del Estado. No en vano, EL PAÍS ha sabido llegar a una cota de lectores que sobrepasa el número de gente independiente que existe en este país, a pesar de los pesares.
Si es verdad que ETA Político-militar busca fondos para mantener en el ocio a sus liberados y conservar sus redes de estructura, no lo es menos que EL PAÍS también necesita de las treinta pesetas de cada uno de sus lectores para mantener en el ocio informativo a sus periodistas y conservar sus redes de distribución y venta.
Y no es menos cierto que si todos y cada uno de los lectores de EL PAÍS renunciáramos no a leerlo, sino a pagar las treinta pesetas del llamemos impuesto contrarrevolucionario, usted y el resto de los que trabajan en su periódico tendrían que trabajar en una fábrica (sic), en una oficina o en una profesión como todos los mortales, trabajos que distarían mucho de ser tan libres y creativos como la labor de información.
Defender el trabajo como el medio de que la gente deje de pensar me parece, en todo caso, reaccionario, y es lástima ver este tipo de argumentos en un periódico al que todos hemos contribuido.
Quizá ha llegado el momento de pedir públicamente no ya que la gente deje de leer EL PAÍS, pero sí ,de que en la medida de lo posible dejen de comprarlo.
Así contribuiremos a que ustedes no se desvien pequeño-burguesamente y, sobre todo, de que no les sobre dinero para esa cosa tan nefasta que según ustedes es vivir sin trabajar, y que ojalá fuera posible para todos y cada uno de los habitantes del planeta. /
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