El Gobierno mexicano, en contacto con la oposición española
En Madrid puede apreciarse ya la estrategia que está utilizando el Gobierno mexicano para descongelar y resolver el problema de las relaciones con España. Esta estrategia se apoya en la promesa de futuro que ofrece la oposición democrática: española, por un lado, y en el afán del presente Gobierno de capitalizar en su favor el vivo deseo del Rey don Juan Carlos de culminar sus recientes viajes, americanos con el más significativo de todos, una visita a México.El Gobierno mexicano, por todo ello, ha entrado abiertamente en contacto con la oposición española, y, al mismo tiempo, ha hecho discretas aperturas hacia el presente sistema, con un claro deseo de evitar herir susceptibilidades de unos y otros.
De momento, la vara alta la tiene la oposición, una decena de cuyos miembros han sido invitados oficialmente a la toma de posesión del presidente López Portillo, el próximo día 1 de diciembre. Por otro lado, el pasado miércoles el secretario mexicano de Turismo, Julio Hirsfeld, se reunió con altos funcionarios españoles, concretamente con el director del Instituto de Cultura Hispánica y el subsecretario de Turismo, señores Tena Artigas y Aguirre, respectivamente, aparte de otros. Se cree que el señor Tena será también invitado oficial del Gobierno mexicano. Sería ésta una de las escasísimas veces que un alto funcionario español del régimen actual fuese invitado de aquel Gobierno.
En la toma de posesión de López Portillo se hallará presente, igualmente, el presidente José Maldonado, de la República española en el exilio. Lejos de representar un intento promiscuo, la presencia de personajes tan dispares en un acto tan simbólico del país hermano, como la toma de posesión de un nuevo presidente, está llena de significado político. Maldonado simbolizaría las lealtades tan fervientemente mantenidas por México, desde la victoria del franquismo en España, así como el reconocimiento a la importante contribución cultural y económica realizada por la colonia de exiliados españoles en México. La presencia de un funcionario español" representaría la voluntad de entrar en contacto con la España de facto, en un momento en que el Gobierno se ha comprometido a desembocar en la democracia. Y la fuerte representación de la oposición democrática encarnaría la voluntad mexicana de entrar en relaciones con la España del futuro.
La consulta del Gobierno mexicano con miembros de la oposición española, en el pasado, ha sido clave para moderar el entusiasmo mostrado por el presidente Echeverría por una pronta relación con España. En efecto, cuando aquél invitó oficialmente a México al demócrata independiente Rafael Calvo Serer, al secretario del PCE, Santiago Carrillo, y al socialista independiente José Vidal, en junio de 1975, éstos lograron mostrarle lo aconsejable de esperar a una España democrática para el restablecimiento de relaciones. Los acontecimientos de septiembre de ese mismo año demostraron lo prudente del consejo, incluso desde el punto de vista de los intereses mexicanos. Una vez muerto Franco, un colaborador del presidente Echeverría, el español nacionalizado mexicano, Enrique Ruiz García, se entrevistó en París con el entonces ministro de Asuntos Exteriores, José María de Areilza, para discutir las posibilidades del establecimiento de relaciones diplomáticas. El temor de Areilza a provocar las iras de los franquistas «enragés» y la gestión de la oposición española sobre la presidencia mexicana determinaron el aplazamiento de la medida.
Todo parece indicar que México espera la reconciliación con una España que, necesariamente, debe haberse reconciliado consigo misma. La figura del Rey puede considerarse clave en esta función, y el consejo de la oposición el único aceptable. Importantes sectores mexicanos desean que, cuando la visita del Rey se produzca, salgan de su boca palabras de homenaje al patriotismo, tesón, inteligencia y cultura de millares de españoles republicanos y demócratas que contribuyeron a la prosperidad de México y, sobre todo, al mantenimiento del buen nombre de España, por encima del aborrecimiento suscitado en México por el régimen de Franco.
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