Ver, oír y contarlo

El domingo, 17 de octubre, se publicó en ese diario una carta de don Miguel Ángel García Caballero, de Córdoba, en la que se me hacía alusión a propósito de una crónica que motivó mi expulsión de las Cortes en junio de 1967, publicada en el diario Informaciones. Ante todo permítame dar las gracias al señor García Caballero cuya dirección desconozco. Y puntualizar, luego, un par de cosas. A raíz de esa crónica se me prohibió, en efecto, entrar en el salón de sesiones. El encargado del «servicio de Prensa» de las Cortes (no quiero dar su nombre) me sorprendió en el salón, ése de los jarronazos que hay junto al bar (desde entonces no he vuelto por las Cortes y no estoy segura de su ubicación) y me amenazó con llevarme al Tribunal de Orden Público. «Tú dirás por qué, le dije. Yo no he hecho más que una cosa: ver, oír y contarlo». Por supuesto se me puso en la calle y a título particular aún recibí luego algún leñazo por aquello de que del árbol caído... Se hizo en torno a mí la ley del silencio; aunque se acababa de estrenar, ¿o mucho me engaño?, la flamante ley de Prensa del señor Fraga. En cambio recibí muchas y estupendas cartas de particulares (y sí señor, me alegro de poder decirlo ahora que no están de moda, también de gentes de derechas que se lamentaban de haber luchado en una guerra atroz para ver las Cortes de la nación convertidas en ...) Aquello, créame, director, me infundió confianza. Tardaremos, me dije, pero llegará. Liberitas, sed sera.