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La cabeza rota de Morata en Dortmund: “Fallé el gol, el partido seguía, pero yo ya no era capaz ni de seguir el balón”

El capitán de la selección se abre en canal para un documental en el que aborda su capítulo más negro: la depresión profunda tras fallar un gol con el Atlético en la Champions

Álvaro Morata durante el partido de vuelta de cuartos de final de la Champions ante el Borussia Dortmund.
Manuel Jabois

“Tus éxitos en la vida no son deportivos. Ni títulos, ni trofeos, ni goles, sino que todo el mundo pueda hablar bien de ti, que tú tengas amigos donde quiera que vayas y dejes un vacío en donde ya no estás. Eso es triunfar”. Esto dice Álvaro Morata (Madrid, 32 años) antes de los primeros cinco minutos del documental Morata: no saben quién soy, que Movistar estrenó hace unos días. Por la cinta pasan compañeros de profesión, entrenadores y periodistas que, más allá de las condiciones futbolísticas de Morata, coinciden en hablar de su valor humano. Un joven muy bien educado, pendiente siempre de los demás, líder de la selección española y encargado de las arengas previas al partido; consejero de los jóvenes, cómplice de los veteranos. Casado con una mujer, Alice Campello, de la que se enamoró de tal manera en la primera cita que le soltó que algún día se casarían y tendrían hijos (tienen cuatro). ¿Qué lleva a un chico de 19 años, detenido esta semana en Málaga, a escribir por redes sociales a Campello: “Voy a matar a tu marido como lo vea por la calle. A los niños igual, los voy a matar con mis propias manos”? ¿Arruinó Morata a su familia, mató a su perro, quemó su casa? No: falló un penalti.

El fútbol desata fuerzas pasionales extremas, también las peores. La derrota de Inglaterra ante Francia en los penaltis en la final de la Eurocopa 2020 desató una campaña de odio racista contra los tiradores negros ingleses que fallaron sus disparos y obligó a actuar al Gobierno. El documental de Morata no ayuda a esclarecer las razones del odio irracional, ni lo pretende. Es un retrato benevolente del futbolista en el que hablan desde sus padres hasta su mujer, y esa es su principal virtud: no se trata de la hagiografía de un héroe sino una exposición terrible y desoladora sobre la depresión, la ansiedad y la presión salvaje de un deportista de élite: su crack-up, colapso mental. Un hombre querido y respetado que ha jugado en los mejores clubes del mundo (Real Madrid, Juventus, Chelsea, Atlético de Madrid, Milán) y es capitán de una de las mejores selecciones del planeta, con todos los bienes materiales a su alcance, hundido en una “depresión muy profunda”, según su psiquiatra Pilar de Castro Manglano. “Vino a consulta el 12 de abril de 2024, dos meses antes de la Eurocopa. Llegó con un sufrimiento increíble. Quería hacer cosas y no podía. No quería ir a la Eurocopa, quería dejar el fútbol”. “No podía ni ponerse una zapatilla”, resume Susana Martín, la madre de Morata,

En Londres empezó la oscuridad en la vida de Morata. Alice Campello, su mujer, se asomaba a la ventana para verlo llegar después de los partidos. “Venía caminando con la cabeza baja, entraba en casa con la cabeza baja, yo no sabía ni qué decirle para animarle”, cuenta. “Sólo tocar la pelota ya me da ansiedad”, dijo a su esposa. Un cartel en la grada de Stamford Bridge con la foto de la presentación de Morata con el dorsal 29 anunciaba: “Nosotros tenemos 29 problemas con Morata”. Y esa oscuridad detonó en 2024, cuando el Atlético perdió en cuartos de final de Champions contra el Borussia. En Dortmund, Morata se quedó solo frente al portero y falló. “Pensé en lo que significaba la Champions para el Atleti, y mi cabeza se rompió por dentro. No estábamos eliminados, el partido seguía, pero no era capaz ni de seguir el balón”, contó. Finalizó el partido (el Atleti fue eliminado), se quedó solo en el vestuario. “Me sentía una persona muy pequeña al lado de mis compañeros”, recuerda, y ahí se acabó todo. A su amigo Leo Gómez le dijo, los dos en el coche, que no iría a la Eurocopa. Le dijo también que no era capaz ni de mirar a los ojos a su hijos, que le daba vergüenza. “Tenía pensamientos horribles, autodestructivos. Llegué a pensar en simular lesiones para no jugar. Tu cabeza te propone cualquier solución para evitar el sufrimiento”.

Habla Morata de la presión. “Presión de tu cabeza, de tu entorno, de la prensa, de tus aficionados. Eres un blanco fácil, objetivo de la crítica, de la burla. Miedo a decepcionar a tu propia afición, a tu familia”. “Es muy sensible. Aunque diga que no le afecta, le afecta”, resume Campello. “No quiso una baja. Quería pelear, luchar”, dice De Castro Manglano. “El que no ha experimentado esto, no lo puede entender”, añade Andrés Iniesta, que también pasó por una depresión en la élite. Enterado de la situación de Morata, el autor del gol más importante de la historia del fútbol español le escribió para ponerse a su disposición.

El documental, esta radiografía generosa y didáctica de Morata sobre su vida, se guarda un giro cuando la estrella se recupera, acepta ir a la Eurocopa, la gana con la selección y, a los pocos días, se separa. Alice Campello está presente en todo el documental (“cuando estábamos separados y me pasaba algo bonito, la primera persona a la que quería llamar era a él”). ¿Qué ocurrió? Las razones de la separación son, disculpen la frivolidad, puro Woody Allen. Incluso Morata, desconcertante, sale a escena para juntarse con Campello con el pelo teñido de rubio. Y Campello cuenta que ocurrió que Morata pasó de la depresión a la euforia con la Eurocopa conseguida, y ella aún estaba destrozada, cansada. “No estábamos estables mentalmente. Demasiadas emociones. Y chocamos”. Volvieron a los pocos meses.

Quizá por haber jugado en tantos clubes grandes, Morata es un delantero que siempre ha disparado halagos e insultos desmedidos. Se ha disuelto un juicio justo. Este documental de factura muy sencilla no enseña sus mejores goles ni sus muchos títulos, sino una herida presente en millones de personas, una rotura interna que precede al colapso y de la cual siempre cuesta hablar. Días antes del estreno del documental, el futbolista falló el penalti decisivo de la Nations League ante Portugal. Esta vez no se hizo pequeño ni quiso dejar el fútbol. “He vuelto a fallar, como lo puede hacer cualquiera en su vida”, dijo. Eso sí: el odio, fuera, sigue descontrolado.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.
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