El Madrid le hace ver al Barça que va desnudo
Vinicius y Rodrygo atacaron la espalda de los confundidos Araujo y Koundé


Nadie percibe la derrota como el Barça, y la caída tan temida, por incubada y anunciada durante las largas jornadas disputadas, llegó el día que no convenía y ante el peor de los rivales como es el Madrid. El desplome fue tan desmoralizador que no se sabe si tendrá remedio, más que nada porque no fue advertido únicamente por Xavi ni por Laporta. Ambos estaban convencidos de que el equipo encontraría en la final de Riad, en un solo partido, y ante su adversario de toda la vida, la victoria que redimiría al Barcelona de los días pesarosos vividos desde el traslado a Montjuïc. El día de gloria, sin embargo, se convirtió en un funeral tan sobrecogedor que hasta provocó la compasión del Madrid.
Las derrotas, por más que sean sabidas, no se eligen en cualquier caso a la carta, ni en el caso del Barça. El silencio azulgrana fue sepulcral en la cancha, en la grada y en el palco, desde el inicio hasta el final, superado el equipo física, fútbolística y tácticamente, muy inferior al vigoroso plantel de Ancelotti.
Jugó el Barça como si no pasara nada, convencido de que en Riad tampoco había áreas ni porterías y de que si volvía al punto de partida, a la cita ganada el año pasado, recuperaría también la memoria futbolística y se reconocería como el campeón del torneo y de la Liga. No fue casual que Xavi regresara a la fórmula de los cuatro centrocampistas después de 23 partidos en un acto de afirmación propio y de consentimiento del contrario, incluso si se trata del Madrid, un equipo al que nunca le importó cómo ganar, ni siquiera cuando enfrenta al Barcelona. El Madrid respondió con una lección de eficacia a la retórica del Barça de Xavi.
El guion del encuentro nada tuvo que ver con el de la temporada pasada porque ambos son hoy dos equipos muy diferentes, el barcelonista cargado de dudas y el madridista sobrado de certezas, muy seguro de si mismo desde que se corrigió a partir del 3-1 encajado con el Atlético. Ya son 21 partidos invicto después de abatir al Barça cuando todavía llegaba gente al estadio de Riad. El Madrid castigó a un Barcelona que no sabe competir sin la pelota y que se vence irremediablemente cuando es atacado, ya sea de forma sostenida o la contra, penalizado por la confusión generada por los cambios de posición de Araujo y Koundé.
El uruguayo pasó a jugar de lateral derecho mientras el francés ejercía de central en una decisión difícil de entender por más que no sea nueva en el manual de Xavi. La diferencia es que en el Madrid ya no milita Benzema sino que Rodrygo y Vinicius se reparten el frente de ataque al tiempo que abren hueco para las llegadas de Bellingham. La ofensiva blanca desnudó a la defensa barcelonista porque Araujo es un central que se pierde en la banda y Koundé defiende igual de mal en un costado que junto a Christensen. Vinicius atacó el espacio abierto a espaldas de la defensa azulgrana y marcó tres goles en media hora sin que hubiera noticias de Araujo ni Koundé.
Jugó y ganó el Madrid con mucha comodidad, muy ambicioso y agresivo al inicio, cuando tuvo que abrir el partido, y más precavido después de poner muy pronto dos goles de diferencia en el marcador, desequilibrado el partido por el desastre del Barça. El encuentro no tuvo ninguna emoción a efectos del resultado sino que se convirtió en un ejercicio de superioridad madridista y de impotencia del Barcelona.
El contraste resultó abrumador y el ridículo de los azulgrana fue mayúsculo porque nunca jugaron como una unidad ni tuvieron sentido de equipo, desincronizados e inanimados, faltos de carácter, irreconocibles justamente después de invocar a Cruyff. El Barça no fue el Barça y no puede hacer ver una vez más que no pasó nada después de la dolorosa goleada encajada ante el Madrid.
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