Purito inaugura su cuenta de 2012

Le llamaban el ‘lobo de Montelupone’ y era un habitual, un especialista casi, en la llegada más terrible que la Tirreno-Adriático solía proponer hace unos años. La conquistó dos años seguidos, en 2008 y 2009, y después, buscando nuevos desafíos, voló más alto. Purito Rodríguez, su final fulminante, se convirtió en aspirante a grandes carreras, clásicas, grandes vueltas. Sigue siéndolo, pero, a los 32 años tampoco, nunca quiso perder la costumbre de marcar con su sello todas las llegadas que se le ponen a tiro.

Más que una costumbre, es incluso una necesidad que este año ha podido satisfacer en marzo. Lo hizo en Offida, un bonito repecho, meta de la penúltima etapa de la Tirreno-Adriático, teatro también de la teatral reconciliación entre el ambicioso e irrefrenable eslovaco Peter Sagan y su líder, el siciliano Vincenzo Nibali. El ciclista de Messina llegó segundo y recortó, con la bonificación, 6s al líder, Chris Horner, que aventaja, antes de la contrarreloj final de 9,3 kilómetros, en 5s al checo Kreuziger y en 6s al ‘tiburón del Estrecho’.

Para hacerse perdonar por la afición italiana, Sagan, el traidor de Chieti, y también de Córdoba –en ambas llegadas, en la de la sexta etapa de la Vuelta pasada y en la de la etapa del sábado de la Tirreno, Sagan rompió las normas, dejó en ridículo a Nibali, le adelantó cuando este pensaba, y necesitaba, por las bonificaciones, ganar, y sació su apetito de victorias--, se marcó en las cuestas de Offida, los últimos relieves de los Apeninos antes de hundirse en el Adriático por Las Marcas, quizás la mayor exhibición de su carrera.

Fueron cinco kilómetros en los que primero respondió con suma facilidad a los ataques de Di Luca, Scarponi y Nocentini y después mantuvo el ritmo necesario para que Nibali marchara cómodo marcando a Horner y Kreuziger. Faltaba un kilómetro. El momento de las miradas, de las dudas. El momento de los decididos. El momento de Purito, que viejo y sabio, lo adivinó, lo cogió al vuelo y lo transformó en un ataque a contrapié que le dio de entrada los metros necesarios para hacer su victoria inevitable.