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Muere el fotógrafo Martin Parr, el cronista de la división de clases sociales y de la excentricidad

A los 73 años, deja un retrato en color de la vida británica en la segunda mitad del siglo XX y de la fascinación de los ingleses por Benidorm

Martin Parr
Rafa de Miguel

Martin Parr reconocía hace poco en una entrevista para la revista Esquire que “lo único bueno de haber crecido en Surrey [el condado del sudeste de Inglaterra] era que lograba que cualquier otro lugar pareciera interesante”. Por eso se fue pronto de allí.

Pero ese rechazo a una de las regiones que mejor plasman la quintaesencia del alma británica, con sus paisajes, sus jardines y sus monumentos históricos, era en realidad una provocación traviesa y falsa. Porque en esa misma entrevista proclamaba su amor “por la locura de los ingleses, con sus aficiones y sus intereses. Las carreras, las exposiciones agrícolas o las vacaciones de verano. Somos un puñado de excéntricos”.

Parr, que con sus fotografías en color de los bañistas de clase media en las ciudades costeras inglesas o de las celebraciones de la clase alta y ‘thatcheriana’ de los ochenta retrató magistralmente la división de clases de la isla, falleció este sábado en su casa de Bristol, según ha anunciado su familia con un mensaje en su cuenta de Instagram. “Con gran pesar anunciamos que Martin Parr (1952-2025) falleció ayer en su hogar en Bristol”, dice el texto. Había sido diagnosticado con un cáncer en mayo de 2021.

Parr estaba considerado uno de los fotógrafos documentales más importantes del último medio siglo. Fue Presidente de la agencia Magnum entre 2013 y 2017.

Su libro de 1986 The Last Resort: Photographs of New Brighton supuso toda una revolución en la fotografía documental, caracterizada hasta entonces por el uso romántico del blanco y negro, que tendía a idealizar una Inglaterra que cada vez estaba más alejada de esa nostalgia de posguerra. Hasta el título encerraba ironía y provocación. Resort es como se llama en inglés a los complejos vacacionales. Pero last resort significa también ‘último recurso’. La playa de New Brighton, en la península de Wirral cercana a Liverpool, era el último y accesible recurso para una clase media-baja hambrienta de sol y ocio.

“Los lugares de costa son sitios aparentemente alegres, pero también esconden cierta depravación”, explicaba Parr. Tres veranos seguidos en New Brighton produjeron instantáneas fascinantes y deprimentes, con ingleses entrados en carnes y achicharrados como cangrejos por el sol; paseos marítimos en los que la basura del consumo se amontona por el suelo; niños mocosos o llorones o consumidores ávidos de fish & chips (pescado rebozado frito y patatas fritas), el plato por excelencia de la clase trabajadora británica.

No todo el mundo supo apreciar la propuesta creativa de Parr. Su intención de poner ante el espejo a una Inglaterra muy real fue vista por algunos críticos como la visión altanera y condescendiente de alguien perteneciente a una clase social superior. Pero su trabajo acabó siendo muy popular, y sus admiradores veían en esas fotos el día a día y las aspiraciones de muchos compatriotas.

“Todos los fotoperiodistas son de izquierdas. No te dedicas a este trabajo si no te preocupa la gente y muestras interés por su bienestar. Aunque yo solo pretenda crear entretenimiento”, aseguró Parr en otra entrevista, esta vez para el diario The Observer.

A la publicación de su libro de escenas veraniegas siguió otra gran obra, The Cost of Living (El Coste de la Vida). Parr se había mudado para entonces a Bristol con su esposa Susan Mitchel, a la que conoció en la Politécnica de Mánchester a finales de los sesenta, y con la hija de ambos, Ellen. Después de varios años en la costa oeste de Irlanda, la llegada a una ciudad portuaria vibrante y enganchada a su tiempo coincidió con el comienzo de la era de Margaret Thatcher en el Reino Unido.

Parr retrató entonces la otra cara de la moneda de una sociedad en la que, más que en ninguna otra europea, la división de clases sociales seguía estando muy presente. Fiestas en jardines suntuosos, eventos en colegios privados y consumismo compulsivo. Las nuevas fotografías acabaron por convencer a los más escépticos ante los propósitos creativos del autor.

Durante muchos años, Parr se escapó a Benidorm para retratar un lugar de la costa española que le obsesionaba, lugar de peregrinación de muchos ingleses que lo hicieron suyo y aportaron una iconografía mitad hortera mitad excéntrica y británica hasta la médula, con su sucesión de pieles enrojecidas, colchonetas inflables, alcohol y colores estridentes.

Su incorporación a la agencia de fotografía Magnum, el templo del fotoperiodismo, estuvo envuelta en la polémica. Su trabajo era atacado por algunos colegas, que lo consideraban populista y falto de profundidad. Philip Jones Griffiths, el fotógrafo galés que plasmó en sus instantáneas los horrores de la guerra de Vietnam, realizó una virulenta campaña contra la entrada de Parr a la agencia. “Alguien que ha sido descrito como el fotógrafo favorito de Margaret Thatcher no puede pertenecer a Magnum”, dijo entonces.

Parr logró incorporarse después de una votación en la que salvó su ingreso por un solo voto. Años más tarde, entre 2014 y 2017, llegó a ser el presidente de la agencia, cuando la calidad e importancia de su obra era ya indiscutible.

Como sus compatriotas ingleses, la excentricidad de Parr le llevó a ser un coleccionista compulsivo de los objetos más extraños posibles, como todo lo relacionado con Laika, Belka y Strelka, las tres perritas astronautas que la Unión Soviética puso en órbita, o la colección de relojes de Sadam Hussein. “La fotografía”, decía, “también es una forma de coleccionismo”. Sus instantáneas, que irrumpieron en su día como una bofetada de realidad, son hoy una colección de nostalgia para todos aquellos defensores del Brexit que sueñan con una Inglaterra desaparecida. Parr estaba en contra de la salida del Reino Unido de la UE, pero como otros muchos británicos a los que la prensa bautizó como remoaners (un juego de palabras que mezcla remain —permanecer— con moan —gemir, suspirar—), nunca dejó de añorar y de perseguir con sus fotos el país que amaba.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.
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