Juan Peiró, el anarcosindicalista que sobrevivió a tres atentados patronales y llegó a ministro de la República en guerra
Las primeras décadas del siglo XX fueron una época novelesca en la que el anarquismo tomó una fuerza inaudita en España, según la biografía del líder obrero catalán escrita por su hijo José y promocionada por su nieta Amapola


Juan Peiró sobrevivió al menos a tres atentados. Entre 1917 y 1923, en Barcelona, sucedió una guerra soterrada entre los pistoleros de la patronal y los anarcosindicalistas de la CNT, que experimentaba gran crecimiento y contaba con Peiró como miembro destacado.
La patronal, en connivencia con las autoridades, quería solucionar la cuestión social contratando a mercenarios para asesinar a los sindicalistas. En dos ocasiones los pistoleros de la banda de El Pancheta buscaron a Peiró entre el trabajo y el hogar, pero no consiguieron asesinarle. Al tercer intento no llegó. Debía reunirse en el café El Tostadero de Barcelona con el célebre líder anarcosindical Salvador Seguí, apodado el Noi del Sucre, y su compañero Francisco Comas. Peiró no llegó porque cenó en casa más tarde de lo habitual. Ya se uniría después, en el local sindical. Pero, al salir del bar, en la calle Cadena del barrio de El Raval, Seguí y Comas fueron tiroteados hasta muerte. “A mi abuelo también le hubieran matado”, dice su nieta Amapola Peiró.
Impresiona conocer las historias de aquella generación de líderes obreros que, en las primeras décadas del siglo XX, lucharon contra la explotación con todo en contra: la patronal, el gobierno, la Iglesia, la burguesía, las fuerzas policiales, el sistema entero. Pisaban la cárcel con frecuencia, sus familias pasaban hambre en las huelgas (algunos morían enfermos o hambrientos), sufrían torturas o eran víctima de atentados. Pero seguían. Tenían poco que perder.
Y una de aquellas vidas fue la de Juan Peiró (también conocido como Joan), hombre destacado de la CNT. Ahora se publica el libro Juan Peiró, mi padre, una vida ejemplar (Fundación Salvador Seguí), escrito por su hijo José Peiró, fallecido en 2005. La hija de José y nieta de Juan, Amapola Peiró, de 75 años, nacida y residente en París, visitó Madrid para hablar de su estirpe familiar. “Recuerdo, desde niña, a mi padre tecleando en sus pocos ratos libres, porque tuvo trabajos muy duros, la historia de mi abuelo”, cuenta. Amapola recibió a este periódico en la sede del sindicato CGT.
Juan Peiró, nacido en 1887, empezó a trabajar en la industria del vidrio a los ocho años y fue analfabeto hasta los 22, cuando decidió, de manera autodidacta, encerrarse por las noches para aprender a leer y a escribir. “Le humillaba no poder leer los panfletos del sindicato”, dice su nieta, que le define como un hombre sencillo, extrovertido, muy conversador, amante de los toros y la pantomima. Le cogió gusto a las letras: llegó a publicar varios libros, infinidad de artículos y a dirigir publicaciones como La colmena obrera, El vidrio o Solidaridad obrera, el periódico de la CNT.
En el sindicalismo despuntó cuando, inopinadamente, tomó la palabra en una asamblea de la empresa vidriera Costa i Florit para defender a un compañero despedido, y ese camino le llevó a ser secretario general de la CNT y hasta ministro de Industria en la Segunda República, ya en guerra, en el gobierno de Largo Caballero. “Las dos cosas fundamentales que hizo Peiró como ministro son el proceso de ‘nacionalización’ o ‘socialización’ de las grandes empresas de la energía, no bajo un control estatista, sino obrero, y la creación de un banco industrial que aprovechase los beneficios de las industrias públicas para apoyar a las deficitarias”, señala Emili Cortavitarte, presidente de la Fundación Salvador Seguí. ¿Anarquista y ministro? “Él nunca quiso”, dice Amapola, “tuvo que hacerlo para obedecer la disciplina sindical: así se había decidido”.

Aquella época dorada del anarquismo español, que mezcló apasionadamente los más puros ideales y la más dura violencia, es protagonista de diversos productos culturales. La época del pistolerismo sindical se recoge en obras como la película La sombra de la ley (Dani de la Torre, 2018) o las novelas La verdad sobre el caso Savolta (Seix Barral), de Eduardo Mendoza, Apóstoles y asesinos (Galaxia Gutenberg), de Antonio Soler, o Que sean fuego las estrellas (Crítica), de Paco Ignacio Taibo II. Fueron vidas novelescas y que, por tanto, se pudieron convertir en novelas; es el caso del ya clásico El corto verano de la anarquía (Anagrama), donde Hans Magnus Enzensberger relata la peripecia de Buenaventura Durruti en la Guerra Civil.
Una de las grandes tramas de la vida de Peiró fueron las luchas intestinas, bajo la bandera rojinegra de la CNT, entre la facción de los “moderados”, sindicalistas revolucionarios o trentistas (por el Manifiesto de los Treinta, de 1931) y la facción de los anarquistas radicales de la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Entre los primeros, Peiró, Seguí, Ángel Pestaña. Entre los segundos, Federica Montseny, Juan García Oliver o Durruti. “Mi abuelo y los suyos no querían una CNT sumisa a la FAI, querían sindicalismo del mundo obrero, gente de cualquier ideología y de cualquier parte de España, ni siquiera hacía falta que fueran anarquistas”, dice Amapola Peiró.

Mientras, la FAI pensaba que los trentistas se alejaban de las esencias revolucionarias del anarquismo cayendo en el reformismo y alentaba aquí y allá intentos de insurrección que no solían acabar bien (lo que llamaban gimnasia revolucionaria). Ejemplo: los sucesos de Casas Viejas. Peiró pensaba de otra manera. “Siempre dijo que para una revolución social efectiva y duradera se tenía que formar primero al obrero, que fuera capaz de comprender lo que hacía y de tener un objetivo claro sobre la estructura social. No se podía instalar el comunismo libertario en un pueblo de un día para otro, como querían los faístas. Tenía que ser una transformación de la sociedad”.
El ejemplo transformador para Peiró fue la cooperativa obrera Cristalerías de Mataró, que dirigió y a la que dedicó gran parte de sus esfuerzos vitales, pues era una muestra de que las ideas anarcosindicalistas podían funcionar. Fundada por obreros despedidos en otras fábricas por revoltosos, todos cobraban lo mismo, tanto hombres como mujeres, las familias mantenían el salario aunque los trabajadores fueran encarcelados por motivos políticos (cosa común) y los hijos estudiaban en una escuela inspirada en las ideas racionalistas de Francisco Ferrer i Guardia. Las cosas no eran fáciles. “A veces mi abuelo se desesperaba porque la gente no iba a las asambleas, se desentendía de la gestión de la cooperativa”, dice Amapola, mostrando un fenómeno clásico de los movimientos emancipatorios. Pero la cooperativa funcionó y persistió. “Hacía tan buen trabajo que el franquismo no cerró la empresa, aunque no siguiera igual. Llegó haciendo bombillas hasta los años noventa, cuando cerró por la competencia de Phillips”, añade Amapola.

Tras la guerra Peiró se exilió en París, donde coordinó la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE). Fue interceptado tratando de huir de la ocupación nazi, ingresó en cárceles francesas y alemanas hasta que Serrano Suñer, cuñadísimo de Franco, lo trajo a España. En su juicio fue defendido por varias personas de derechas, pues siempre se había negado a los desmanes y matanzas en la retaguardia, como se relata en el libro Joan Peiró, afusellat (Edicions 62), de Josep Benet. “El Régimen le ofreció cambiarse de bando y tener un puesto en el Sindicato Vertical del franquismo, pero Peiró eligió la muerte antes que renunciar a sus principios”, dice Cortavitarte. Fue declarado culpable el 21 de julio de 1942 y ejecutado tres días después, junto a otros seis cenetistas, en el campo de tiro de Paterna, Valencia.
¿Qué queda de aquellas generaciones de anarquistas ilustres? “Podemos encontrar en ellas un referente, no para reproducir lo mismo, porque las sociedades cambian, pero sí para seguir la idea de que la clase obrera tiene que emanciparse por sí misma, y que no es tanto una cosa de liderazgos, sino que el sindicato tiene que hacer una labor potente de formación tanto cultural como técnica. Y falta ética en el sindicalismo actual. Peiró volvió a su trabajo después de ser ministro. Hay que ser coherente con lo que representas”, agrega Cortavitarte.
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