Ir al contenido
_
_
_
_

‘El pesimismo alegre’ o la obra de teatro que es el canto a la vida de un suicida

El actor y director Mario Gas protagoniza en escena el texto que el matemático y filósofo suizo Henri Roorda escribió poco antes de pegarse un tiro

Rocío García

“Escribir estas líneas me produce placer, a pesar de que se trate de mi suicidio”. Las palabras escritas por Henri Roorda en Mi suicidio (publicado en España por Trama Ediciones) muestran la ironía y el humor con las que el pedagogo, matemático y filósofo suizo afrontó el final de su vida, con la que acabó él mismo pegándose un tiro el 7 de noviembre de 1925 en Lausana (Suiza) cuando tenía 55 años. El actor y director Mario Gas encarna en los escenarios ese canto vital de un suicida, que ya interpretó hace 22 años bajo la dirección de Fernando Bernués. Ambos firman la dramaturgia, junto a Vicky Peña, de este espectáculo que lleva por título El pesimismo alegre (Mi suicidio), con el que el Teatro Español de Madrid inauguró este martes su nueva temporada. “El miedo en el escenario no se pierde nunca, pero a mí me sigue gustando mucho actuar”, asegura Gas, a sus 78 años, ante este monólogo que se representará hasta el 2 de noviembre.

A Gas (Montevideo, Uruguay, 78 años), con una larguísima y poderosa trayectoria en teatro y cine, le llegó la propuesta de ponerse al frente precisamente del Teatro Español (que dirigió de 2004 a 2012) cuando estaba en plena gira con su monólogo Mi suicidio, que se estrenó en la sala Cuarta Pared de Madrid en 2003. Al aceptar el cargo, tuvieron que acortar la gira y tanto Mario Gas como Fernando Bernués se quedaron con una sensación agridulce. Por eso, con 22 años más, muchos kilos de menos, perdidos tras sufrir un pequeño susto de salud en diciembre pasado, pero con la energía intacta, retoma ahora este texto sobrecogedor, lúcido, tierno y honesto, que es toda una clase magistral sobre la vida.

El texto de Roorda, escrito a un amigo, hace un repaso a todo. “Habla del amor, el envejecimiento, las capacidades intelectuales del individuo, el sometimiento al Estado. Toca temas como el dinero, el capitalismo, el existencialismo, todo con una enorme sutilidad, ternura y vitalidad. Un texto que es una clara defensa de los valores de la izquierda, como la defensa del bien común, frente a la derecha, que siempre ha pretendido la defensa de unos pocos. Me gusta que este texto sea de izquierdas, un poco libertario y anarquista en el mejor sentido de la palabra”, explica el actor.

El anterior montaje llevaba por título Mi suicidio en lugar de El pesimismo alegre, primer título en el que pensó el propio Roorda, con el que se estrena ahora por puro azar. Lo que no es fruto del azar es el cambio en la búsqueda de la esencia en el espacio escénico, aunque la lluvia seguirá estando presente, y también en la interpretación, que se convierte casi, según el actor, “en una especie de diálogo muy alejado de cualquier tipo de pedantería”. “Es casi una confrontación con el público, donde este hombre no solo se explica a sí mismo, sino también las paradojas de la vida moderna”, señala Gas, que no niega los riesgos y el miedo al escenario, a pesar de los años y la experiencia.

“Hace 22 años nos dejábamos llevar un poco por una cierta irritabilidad del personaje, ahora creo que es más humanamente reflexivo y comunicativo. Hemos hecho un proceso natural, lo mismo que con el espacio escénico, y hemos ido de alguna manera a la esencia del texto, que a lo mejor son solo matices y hemos prestado más atención a por qué él quiere explicar eso de manera muy nítida, con una cierta tranquilidad expositiva, buscando la comunicación anímica con el público que es lo que de verdad interesa”, asegura Gas.

El texto, escrito hace exactamente 100 años, fue publicado en una edición limitada por los amigos de Roorda de forma póstuma en 1926, en Lausana, y muestra una vigencia total. Trata temas y aspectos absolutamente contemporáneos, como el de la eutanasia cuando al final del escrito asegura: “Si las leyes hubieran sido promulgadas por hombres caritativos, se les facilitaría el suicidio a aquellos que quieren abandonar el mundo”. A Gas le emociona la lectura de este “relato escrito sin acritud y con una lucidez bárbara, que parece escrito ayer mismo”. “Es un testamento vital y literario que hace un repaso a la sociedad como colectivo, al individuo dentro de esa sociedad, al amor, a la vida hedonista y al envejecimiento. Del suicidio habla poco. Lo importante de este texto, aparte de la casuística por la que un hombre tan vitalista y tierno y al que le gusta tanto la vida decida suicidarse, es la lucidez y la agudeza con la que trata toda una serie de paradojas de la existencia del ser humano y de la sociedad como colectivo. Es un texto sin pretensiones, nada pedante ni petulante”, añade un entusiasmado Gas, que reconoce que el tema del suicidio, tan silenciado, hay que verbalizarlo y mostrarlo.

Lo que no se explica, solo se intuye, es la razón de su suicidio. Habla de alguien al que ha hecho daño, se intuyen ciertos remordimientos y se sabe que está angustiado por las deudas, pero ahí queda la cosa. “No tengo miedo a lo que me suceda después, pero es posible que, en el momento de apretar el gatillo, me emocione. Para sentirme desinhibido, me beberé media hora antes media botella de Oporto. Me alojaré una bala en el corazón. Seguramente me producirá menos dolor que en la cabeza”, dejó escrito Roorda.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Rocío García
Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Periodista en la redacción de EL PAÍS desde su creación en 1976. Ha ejercido su responsabilidad como jefa de sección de Cultura y Televisión, además de responsable del suplemento El Espectador. Especializada en cine y teatro.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_