Un documental en vespa de Madrid a Roma tras las huellas de Nanni Moretti
El español Pablo Maqueda entra en la selección del mercado del festival de Venecia para rematar una película homenaje en la que intenta vivir en los filmes de su admirado director italiano


Último minuto de la final de waterpolo. El penalti decisivo recae en los hombros inciertos de Michele Apicella. La tensión nada por la piscina, se hace el silencio. El hombre avanza, se planta ante el portero. Sin embargo, no dispara. El balón, por lo menos. Lo que lanza son palabras, música. Entona Io ti vengo a cercare, di Franco Battiato. Y, con él, poco a poco, canta todo el estadio. El madrileño Pablo Maqueda aún es capaz de describir de memoria la secuencia final de la película Palombella Rossa, de Nanni Moretti. Tenía 13 años cuando la vio por primera vez. El pasado lunes cumplió 40. Y también sigue recordando la epifanía que tuvo: “Ahí me di cuenta de lo que era el cine”.
Por esa ―y otras muchísimas razones que enumera al teléfono― Maqueda acaba de rendirse al director italiano de 71 años con Caro Nanni, un documental donde intenta vivir en los filmes de su maestro. Con un viaje en vespa de Madrid a Roma, tres décadas después de las vueltas de Moretti en moto en Caro diario. Con sus propias tragicómicas reflexiones y aventuras delante de la pantalla. Hasta con la ropa y en los lugares donde filmó y se hizo célebre el italiano. El español cuenta que su largometraje abraza el caos, la ironía, la entrega y la libertad, al estilo de su homenajeado. Aunque el proyecto ha demandado también organización y rigor: para recortar las 120 horas de metraje hasta 95 minutos. Y para fascinar a distribuidores o agentes de venta en el Gap Financing Market del próximo Festival de Venecia, donde ha sido seleccionado y buscará a finales de agosto cerrar los últimos flecos de la financiación de su proyecto. En el mismo mercado, por cierto, estará otro filme español: El exterior, de Víctor Moreno.
La idea de Caro Nanni, en realidad, surgió de otro icono. El anterior documental de Maqueda, Dear Werner (Walking on Cinema), le acercó a Werner Herzog, leyenda alemana del cine de no ficción. Durante aquel proceso, el mito le sugirió al joven que no estuviera tan pendiente de él, sino que centrara más el largo en sí mismo. Así, para su nueva oda a un genio del séptimo arte, el español se plantó ante la cámara tanto como detrás. Y, con él, su equipo, al que agradece una y otra vez la disponibilidad. Un rasgo que define el sello de Moretti, que protagoniza su propio cine y casi siempre se ha puesto en escena para mostrar sus vicisitudes, temores, inseguridades o creencias políticas. Otras dos cineastas de renombre convencieron a Maqueda para que diera incluso un paso más: Isabel Coixet y Maite Alberdi le animaron a abrazar la performance. No solo celebrar a Moretti sino, de alguna manera, ser él.
Pero Moretti solo hay uno, y costó lo suyo. De Sogni d’oro a la reciente El sol del futuro, el italiano ha fraguado una filmografía peculiarísima, donde realidad y arte se fusionan. Así que, durante la elaboración de Caro Nanni, Maqueda ha aprendido italiano, a bailar salsa, a conducir una moto o a jugar a waterpolo. Sobre todo, en definitiva, a lanzarse sin red de protección. “El miedo es la emoción que más me sigue caracterizando. Y él es capaz de ponerse en primera línea y exorcizar los suyos a través de la ficción. Se trataba de perder el pudor ante la cámara, y ante la vida. No solo poder rodar una película con lo aprendido, sino que todo el proceso me permease como persona para siempre”, apunta el director. Subieron al volcán Estrómboli en erupción, a filmar bajo 50 grados; recorrieron miles de kilómetros con dos caravanas y una vespa; preguntaron a los bañistas en una playa de Nápoles por el mejor filme para quedarse a vivir. Maqueda, cómo no, elige las de Moretti: “Te llevan a un territorio en el cual la duda es la reina”.

Su propio documental, así, está lleno de dilemas. Los que plantea, y los que tuvo el propio autor: “¿Qué hace un español intentando meterse en la piel de Moretti? Al final, pensé que eso aportaba aún más comedia. Parto de que no sé nada, de una mirada lo más humilde posible, filmando desde el disfrute”. Ante su cámara, eso sí, aparecen colaboradores habituales del creador, como la actriz Margherita Buy. El documental, por supuesto, también buscó al verdadero Moretti. ¿Lo encontró? La pregunta se queda sin respuesta, pero solo de momento. Ya lo dirá el estreno, previsto en 2026.
Justo al revés, las reacciones que despierta el italiano no suelen admitir titubeos. Durante el rodaje del documental, Maqueda se encontró con un hombre que no había visto ningún largo de Moretti, y aún así le agradecía sus “batallas” sociales. Otro, en el barrio romano de Garbatella, donde se grabó Caro Diario, expresó nulo entusiasmo por el célebre director: “No me interesa”.

Dos indicios de una tendencia más general: a Moretti se le adora por libérrimo, original, mordaz, autoirónico, coherente. Por sus películas y, lo que es lo mismo, por cómo es. Nunca aceptó un filme por encargo y sus opiniones no temen molestar muy arriba: acusa a Netflix de dañar al cine igual que a la presidenta del Gobierno italiano, Giorgia Meloni, de arruinar el país. A fuerza de ver tanto de él en pantalla, parte de su generación le percibe como un conocido, casi un familiar, lo que disparó la preocupación cuando el artista sufrió recientemente un infarto, del que se ha recuperado. Por las mismas razones, sin embargo, otros no pueden “verle ni en pintura”, como constató Maqueda. Los mismos bandos se enfrentan para valorar tanta exposición de sí mismo en los filmes. Ególatra, para los críticos. Generoso, para los admiradores, incluido el director español.
Nadie, eso sí, cuestionará que su cine ha dejado frases para la historia del séptimo arte italiano. Incluso, quizás, del país. La respuesta de una joven en Ecce Bombo sobre su profesión todavía se emplea para ridiculizar a vendedores de humo moderno: “Giro, veo a gente, me muevo, conozco, hago cosas”. Y muchos se han planteado el dilema que ocupa al cineasta, en la misma película, antes de una fiesta: “¿Se me nota más si voy y estoy a mi aire o si no voy para nada?”. “Yo creo en las personas, pero no en la mayoría de las personas. Creo que me encontraré siempre cómodo y de acuerdo con una minoría”, decía en Caro diario. Y se le debe también la secuencia que tal vez mejor encierre el declive progresista en Italia, cuando, en Abril, su álter ego ve en televisión un debate entre Silvio Berlusconi y su oponente: “¡D’Alema, di algo de izquierdas!”.

Al magnate conservador Moretti dedicó mil criticas: la más dura fue un filme entero, El Caimán, que no pudo evitar otra victoria electoral del cavaliere. La enésima derrota de la izquierda, de Moretti. Y, con él, de todo su público. “Sigamos así, hagámonos daño”, decía en Bianca. Aunque Maqueda también destaca el aire festivo y vital que permea la obra del italiano. Y, por ende, Caro Nanni. “Éramos unos cuantos amigos haciendo cine en una playa’, como dijo una vez Éric Rohmer. Es una película lúdica, buscaba una experiencia lo más cercana posible para el público al territorio de los sueños adonde me ha llevado Moretti; un filme que le pudiera gustar a él, pero también a mí”.
De paso, Maqueda pretendía celebrar a todo el séptimo arte del país: “El cine italiano es el único que no ha perdido ni un ápice de respeto al oficio”. O dicho con una frase morettiana: “Todos sienten el derecho, el deber de hablar de cine. ¡Todos habláis de cine, todos! [...] ¿Acaso hablo yo alguna vez de astrofísica? ¿De biología? [...] ¿Hablo de epigrafía griega? ¿De electrónica? ¿De presas, puentes, autopistas? ¡No hablo de las cosas que no conozco!”. Así gritaba su enfurecido personaje en Sogni d’oro. Otra batalla utópica. Otra secuencia para el recuerdo.
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