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El Gobierno propone limitar la actividad de los ‘influencers’ infantiles e incluir un coordinador de intimidad en el rodaje de cualquier secuencia sexual

La vicepresidenta Yolanda Díaz presenta su plan para actualizar el real decreto que regula las relaciones laborales en las artes y trata de poner frenos legales a la Inteligencia Artificial generativa

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, junto al ministro de Cultura, Ernest Urtasun, a su llegada al acto, hoy en Madrid.
Tommaso Koch

Puede que algunos aún no terminen de entender qué significa ser influencers. Ni a qué se dedican. Pero el Gobierno quiere que quede clarísimo: es un trabajo. Por eso, Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, ha presentado hoy lunes una propuesta que pretende regular por primera vez la creación repetida de contenidos por parte de menores de edad en redes sociales. En concreto, el proyecto de real decreto, que actualiza el anterior, de 1985, planea prohibir el trabajo infantil de forma autónoma: siempre deberá ser por cuenta ajena y con una empresa que se responsabilice. Habrá, además, franjas de edad y límites de horas y épocas: los más jóvenes solo podrán ser influencers en fines de semana, periodos de inactividad escolar o vacaciones.

“Vemos que hay niños que trabajan desde sus habitaciones, y lo hacen en Instagram y en la publicidad, graban vídeos y hacen directos, son menores que participan en la industria cultural sin tener los derechos que tienen el resto de los trabajadores”, apuntó Díaz en la presentación, hoy en Madrid, según la agencia Efe. Su reforma, ya negociada durante meses con el sector, comienza ahora la fase de consulta pública. Después, al tratarse de un real decreto, podrá ser aprobada por el Consejo de Ministros, sin tener que pasar por el Congreso.

La regulación, en su conjunto, busca modificar “la relación laboral de personas artistas, técnicas y auxiliares en el ámbito de las artes escénicas, audiovisuales y musicales, en vigor desde hace 40 años”. Se recogen así por ejemplo dietas y desplazamientos en el ámbito de giras musicales, pero también se abordan temas que ni existían hace cuatro décadas: para los influencers infantiles, se establece “el régimen concreto de participación de menores en actividades artísticas y su autorización […], con reglas claras y únicas para todo el territorio, evitando abusos o de competencia desleal entre empresas”, según un comunicado de prensa del Ejecutivo.

Además, se ponen límites a la Inteligencia Artificial generativa, que solo podrá usar obras, voz o imagen de un autor con su consentimiento, y el pago de una compensación; y también se propone que sea obligatoria, en los rodajes de secuencias íntimas o sexuales, la presencia de un coordinador de intimidad, una figura profesional surgida en los últimos años ante el empuje del movimiento Me Too: se encarga de garantizar que todos los intérpretes estén conformes y cómodos con lo que piden director y guion.

“La cultura no cae del cielo, no se improvisa, no se regala, no se clona: es el fruto de miles de personas que hacen un trabajo maravilloso y fundamental y que han de tener derechos”, agregó Díaz. La vicepresidenta se acerca a cumplir, al fin, la promesa, que repitió a menudo en los últimos meses, de que la reforma estaba a punto de salir. De paso, se acerca a la meta uno de los principales puntos aún por aprobar del Estatuto del Artista, un conjunto de unas 60 medidas para adaptar la legislación laboral, fiscal o de Seguridad Social a las especificidades del sector cultural, empezando por su habitual intermitencia. El objetivo final es que las artes dejen de estar asociadas “a la precariedad laboral”, subrayó el Ministro de Cultura, Ernest Urtasun, presente en el acto.

El Congreso creó una subcomisión para el Estatuto del Artista y aprobó su informe por unanimidad allá por 2018: algunas medidas, como la compatibilidad entre pensiones y cobro de derechos de autor, o una prestación por desempleo ad hoc, impulsada por la propia Díaz en 2022, salieron adelante. La actualización del real decreto también empieza el camino de esperanza a realidad. Una cuota de autónomo hiperreducida o incentivos fiscales para los profesionales del sector, en cambio, siguen en el aire siete años después.

Los frenos a la IA, en cambio, no podían esperar más. De hecho, muchos creadores lamentan que ya es muy tarde y que las máquinas han fagocitado de manera ilegal millones de obras para entrenarse, y luego volverse incluso competencia de los artistas. El real decreto intenta que para el futuro, por lo menos, quede prohibido. “No se permitirá que la cultura se reduzca a algoritmos, detrás de cada imagen, de cada frase y de cada nota existe una persona, que tiene derechos. Hasta ahora la IA ha sido una especie de ave de rapiña, una ley de la selva en un mundo sin normas. Muchos la han aprovechado para hacer negocio. Se ha convertido el talento en un archivo, en un dato, en algo que se podía cortar y pegar, todo esto sin autorizaciones y esto se va a acabar”, afirmó la vicepresidenta.

Para ello, la reforma quiere imponer que el asunto ni siquiera pueda incluirse en los contratos laborales de artistas y técnicos con empresas, o en la cesión a terceros. Únicamente se proponen el uso de IA generativas “en determinados casos, siempre limitados a la realización ―en sus distintas fases― y en la explotación y promoción de la obra o el trabajo artístico contratado, siempre que no suponga ultrasuplantación de las personas trabajadoras”. Es decir, que sirva de aliada, nunca de enemiga. Por lo demás, quien quiera usar el talento de un creador tendrá que aplicar la regla más eterna y obvia: pedirle permiso, y pagarle. Vale desde hace siglos para los seres humanos. Pronto, también para las máquinas.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.
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