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Mark Knopfler, 40 años después del disco de Dire Straits que rompió moldes: “No soy tan bueno para improvisar como un músico de jazz”

El álbum ‘Brothers in Arms’, del que se vendieron más de 30 millones de copias en todo el mundo, se reedita en su aniversario

Mark Knopfler, el 1 de marzo de 2024 en Newcastle (Inglaterra).

Mark Knopfler (Glasgow, Escocia; 75 años) escribió la letra de Money for nothing semioculto tras una pila de hornos microondas, sentado junto al escaparate de un almacén de electrodomésticos. Quería plasmar la estrambótica escena que presenciaba: un repartidor de la tienda, en un momento de descanso, y tal vez contrariado por su prosaica vida en contraste con el glamur que desprendía la televisión, despotricaba mirando un vídeo musical de la MTV que emitía una pared de pantallas. A Knopfler la situación le inspiró; pidió una hoja de papel y un boligrafo y, discretamente (ya era un músico muy popular a mediados de los ochenta y no deseaba que el chico lo advirtiera y cortase su monserga), se apartó a ese rincón para redactar los versos de una nueva canción.

“Si hubiese sido dramaturgo, la habría escrito en un lenguaje mucho peor”, dice, entre risas, en una videollamada con EL PAÍS desde Londres. “El tipo soltaba cosas sobre el guitarrista del vídeo como: ‘Le saldrá una ampolla en el dedo meñique’, y era gracioso. Muchas de las frases que incluyo en la letra las decía tal cual. Fue una de esas veces que estás en el lugar oportuno y eres consciente de sus posibilidades”.

El propio Knopfler relaciona aquella productiva rapidez de reflejos con la que también demostró cuando compuso su primer gran éxito, Sultans of Swing (1978). “Era una noche lluviosa. Estaba en un pub de Greenwich [Londres] donde tocaba un grupo que se llamaba Sultans of Swing. Cuando uno de los músicos dijo el nombre, me reí, porque no eran precisamente sultanes del swing: parecían profesores de Geografía con jerseys y pantalones anchos. Tocaban jazz de Dixieland [estilo de jazz de Nueva Orleans de comienzos del siglo XX]. Les pedí que tocaran The Creole Love Call [Duke Ellington, 1927] y se sorprendieron de que alguien conociera la canción. Para mí, Sultans of Swing es una canción similar a Money for Nothing: ambas son de situación. Es parte de lo divertido de ser un compositor”.

Money for Nothing terminó siendo una de las canciones esenciales de Brothers in Arms, el disco de Dire Straits que se puso a la venta hace justo cuarenta años, en mayo de 1985, y que acaba de reeditarse. Un álbum del que pueden decirse muchas cosas, tanto por su excelente balance comercial (se despacharon más de 30 millones de copias, lo que lo convirtió en uno de los más vendidos de la historia) como por la novedosa calidad de su sonido, por el hecho de que contribuyó a expandir el entonces incipiente formato CD, por los tres o cuatro clásicos que contenía y por la inesperada alianza con la MTV, lo que cerró el círculo y sigue aportando sabrosos beneficios económicos a su creador.

Mark Knopfler, en un concierto con Dire Straits de la gira 'Brothers in Arms', en julio de 1985 en el Wembley Arena (Londres).

Un conjunto de hitos que Knopfler asegura que no esperaba. “No tenía ni idea, no podía ni imaginarlo”, reconoce. “Pensaba que sería un álbum más. Pero intervinieron varios factores que ayudaron a convertirlo en lo que fue”. Entre esos factores destaca la colaboración de la multinacional de sonido Philips: “Inventó el CD, y fomentaron Brothers in Arms para demostrar lo que se podía hacer en ese formato". Un puñado de canciones de éxito: “En Estados Unidos hubo dos o tres sencillos de éxito, y eso generó un enorme deseo de ver a la banda en directo, lo que siempre es mejor experiencia que escuchar los discos”; y la sólida seguridad con el que grupo se plantó en el estudio: “No tuvimos que grabar muchas tomas de las canciones. El tiempo de grabación fue muy breve”.

Por continuar con los detalles que hicieron de Brothers in Arms un disco memorable, está el propio Money for Nothing, que cuenta con la voz de Sting en algunos pasajes. “Mientras grabábamos el tema, dije a los chicos en el estudio: ‘Sería genial que Sting pudiera cantar la melodía de Don’t Stand So Close to Me [de The Police] cambiando la letra: I want my MTV. El estudio estaba en la isla de Montserrat [el estudio AIR, cofundado por George Martin, productor de The Beatles]. Resultó que Sting estaba allí de vacaciones, surfeando en la playa… y apareció de repente. Nos conocíamos, habíamos actuado juntos. Se presentó en el estudio y cantó en esa canción”.

A los directivos de la editorial de Sting no se les escapó la similitud de la melodía, por lo que con oportuna rapidez exigieron que su cliente participase, como coautor de la letra, de los ingresos generados por el tema (ingentes, como se ha visto). Tampoco podía sospechar Knopfler que la mención a la cadena musical, basada en la anécdota del airado repartidor, derivase en un suculento acuerdo con MTV: el canal estadounidense, que desembarcaría en Europa en 1987, escogió la melodía como jingle de su programación. “Siguen haciéndolo —dice Knopfler—, hasta que lo cambien de nuevo y paguen a otra persona. Está bien que eso ocurra. La música es arte popular, las canciones llegan a ser parte de la vida de la gente. No me importa cuando una petroquímica o cualquiera quiere tomar Walk of Life [otro de los temas del disco] y convertirlo en algo que celebra la vida. No es el fin del mundo. La gente lo disfruta”.

Prosigue: “Un amigo mío toca en una banda en pubs en Londres. Me dijo que cuando la gente terminaba de trabajar salía a los pubs a tomar un par de bebidas… y cuando sonaba Walk of Life, todos se levantaban, apartaban las mesas y empezaban a bailar. Eso me hace muy feliz. La música cumple su función y llega a todo el mundo. Me siento muy afortunado de que eso haya sucedido”.

Otras canciones de Brothers in Arms nacieron también como diario personal. Como So Far Away, sobre el amor a distancia. “Sí, viví ese tipo de relaciones”, explica. En cambio, Brothers in Arms, la pieza que da título al álbum, no está imbuida, como podría parecer, de espíritu revanchista fraternal, después de que David Knopfler, cofundador de Dire Straits, abandonase la banda durante la grabación del tercer disco, Making Movies (1980).

“No, no, no”, aclara. “Hablaba sobre la Guerra de las Malvinas [1982]. Mi padre me contó que era irónico que los generales argentinos formaran una junta fascista en Buenos Aires y fueran aliados de los rusos. La frase: ‘Hermanos de armas’ la pronunció él, y me di cuenta de que tenía posibilidades. En el estudio toqué esas primeras cuatro notas, pero más tarde intenté cambiarlas, solo por tener la libertad de hacerlo. Y esas cuatro notas no querían cambiar. Cuando una canción crece de forma sólida, es difícil mejorarla”.

Aquella antigua rencilla entre los hermanos Knopfler vino a confirmar una vez más la dificultad de conciliar lazos de sangre con aspiraciones profesionales en bandas de rock. “David es un compositor”, dice Mark. “Escribe sus propias canciones. Pero debes desear hacer rock and roll. Y no creo que David lo deseara tanto como yo. Todos tenemos que querer lo mismo. Por eso John [Illsley, bajista de Dire Straits] sigue siendo un gran amigo mío: nuestros objetivos y la energía que ponemos en alcanzarlos son exactamente iguales. Hablé con John ayer; lo hago a menudo. No estoy tratando de criticar a nadie, porque solo puedes ser lo que eres. David está intentando ser cantautor, y lo ha logrado”.

Pone otro ejemplo: “Pick Withers [primer batería del grupo] quería estar en un grupo de jazz. Dijo: ‘Si no puedo tocar en una banda como Weather Report, mejor me doy por vencido’. Es lo que quería hacer. Son cosas desagradables que descubres cuando te conviertes en líder de una banda”.

Ese era precisamente el rol de Mark Knopfler en Dire Straits: el de indiscutible líder, además de cantante, compositor y, en especial, guitarrista. De forma unánime se le considera uno de los grandes músicos de guitarra de los anales del rock, poseedor de un estilo único caracterizado por pulsar las cuerdas con las uñas, en lugar de con púa, y el sonido relativamente limpio que extrae de su instrumento. Fueron los ochenta década fértil en cuanto a héroes de la guitarra, aunque en esos años proliferaban virtuosos muy diferentes a él, militantes del heavy rock, exploradores de la máxima distorsión y de sudorosos solos pirotécnicos que llenaban de notas el pentagrama.

“Me gustan muchos de esos tipos, mucho”, admite. “Los músicos disfrutan de la música de los demás más de lo que la gente cree. Es maravilloso cuando Jeff Beck o Hank Marvin [de The Shadows] tocaban, porque eran muy diferentes. Si todos tocásemos igual sería terrible. Creo que Peter Green [The Bluesbreakers, Fleetwood Mac] era simplemente un músico magnífico. No se trata de tocar demasiado, simplemente de tocar lo correcto. Cuando escuchas a Stevie Ray Vaughan, estás escuchando lo correcto. E incluso si se complica, sabes que hay un cuidado y una atención que se dan en los grandes músicos que es algo maravilloso. Nunca he intentado tocar así, pero creo que es genial. Blake Mills es fabuloso y lo escucho mucho. Cuando empiezas con 15 años, tratas de copiar, pero pasa cierta cantidad de tiempo y tu propio estilo empieza a surgir. Es parte de la belleza”.

Knopfler fue impermeable al guitarreo incendiario de los ochenta. “Para mí, lo más importante en un solo es la melodía. Valoro más la simplicidad que la complejidad. No soy lo suficientemente bueno para improvisar como un músico de jazz”. Pero ¿cuál es el solo de guitarra favorito de los que ha grabado? “Hay algo en Going Home, de Local Hero [la banda sonora de la película de Bill Forsyth, de 1983], que parece funcionar. Es una guitarra barata, suena muy directo, hice todo mal, pero creo que son las notas perfectas [ríe]. Creo que quedó bien porque no lo llevé al extremo de meterme en problemas. Simplemente dije lo que tenía que decir. No fui demasiado lejos. Intenté retratar el lugar, la gente, las rocas y el agua. Para mí era el retrato de un lugar, de una idea, de un héroe local”.

Brothers in Arms fue el primer CD del que se vendieron más de un millón de copias. Llegó al número uno en EE UU (nueve semanas) y Reino Unido (14), donde a día de hoy se mantiene como el octavo disco más comprado de todos los tiempos. Su resonancia fue descomunal. Tardaron Dire Straits seis años en lanzar el siguiente, On Every Street (1991), y sería el último. El grupo se disolvió en 1993 y Knopfler, quien ya había comenzado a grabar como solista, continuó esa senda, en la que ha rastreado otros estilos, como el country, y ha colaborado con leyendas del género campero como Chet Atkins o Emmylou Harris.

Al contrario de lo que sucede con otras bandas míticas que se separaron, casi nadie espera que Dire Straits vuelvan. La presumible razón: ya en tiempos de la banda el público percibía a Knopfler como un solista acompañado de otros músicos; incluso que estos podían ser intercambiables sin que eso afectase al sonido y al espíritu de la formación. Dicho de otro modo: que Dire Straits era Mark Knopfler. “Sí, probablemente ese sea el motivo. Posiblemente. No lo sé”, masculla humilde.

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