Nostálgicos días 80 años después de la muerte de Fernando Pessoa
El lánguido noviembre es en Portugal el mes de las letras

Que el alma, finalmente, forma una patria colectiva lo confirman estas hojas del calendario y de los árboles. El lánguido noviembre es en Portugal el mes de las letras, de sus dos grandes escritores contemporáneos, como lo es el abril primaveral en España. Y esas fechas, quizás no sean porque sí. Un 30 de noviembre, como si nada, Fernando Pessoa se fue al cementerio. "Un día me dio el sueño como a cualquier criatura. / Cerré los ojos y dormí. / Aparte de eso, fui el único poeta de la Naturaleza. / Poco me importa./ ¿Poco me importa, qué? No sé: poco me importa".
Se cumplen en el último día de noviembre los 80 años de la muerte de Pessoa. Y otro día de noviembre, el 16, nació José Saramago, el único escritor portugués distinguido con el Nobel. Si por un azar le llegara a un alienígena la obra de Pessoa, poseería el alma lisboeta; si por otro azar le llegara la obra de Saramago, absorbería el carácter del portugués. Las vidas de los dos escritores, que coincidieron en el tiempo 13 años, llenaron la literatura del siglo XX y ahora al país, poco a poco, sin ruido, comienza a valorar la herencia recibida.
En ese empeño se mueven La Casa Fernando Pessoa y la Fundación José Saramago que por tercer año aprovechan tan señaladas fechas para organizar los Días de desasosiego. Los libros de los dos grandes salen a la calle y con ellos la música, el cine, el teatro y el arte. No les acompañan las masas, pero hoy son más que ayer. "¿Dicen? Olvidan. ¿No dicen? Dijeron. ¿Hacen? Fatal. ¿No hacen? Igual. ¿Por qué esperar? Todo es soñar".
Durante 15 días, la artista Mariana Dias Coutinho ha pintado un grafiti en la calle Alecrim en recuerdo del poeta de la gabardina; en la discoteca Musicbox, los pinchadiscos cruzan ritmos y textos de Pessoa, el grupo La Barraca escenifica Claraboya, la segunda novela de Saramago; en el Teatro de San Carlos se recuerda a Antonio Tabucchi, el italiano que quiso ser enterrado en Lisboa, autor de Los tres últimos días de Pessoa. Y, por fin, se organizan paseos urbanos por los mundos de uno y de otro. En el de Pessoa abundan los cafés y las tabernas (no todas, afortunadamente); y en el Saramago, calles en torno a Ricardo Reis.
En un país -como otros del sur- donde las playas son de los extranjeros, la electricidad china y la banca angoleña, no es anecdótico rememorar el otoñal almario portugués. "No tengo ningún sentimiento político o social", escribió Pessoa. "Tengo, sin embargo, un alto sentimiento patriótico. Mi patria es la lengua portuguesa".
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