Jardineros de ostras para avanzar en la regeneración ambiental del mar Menor
Científicos, ecologistas y ciudadanos trabajan juntos para recuperar una especie con una enorme capacidad de filtrar el agua y mejorar la transparencia


En los años 90 en el mar Menor había en torno a 135 millones de ostras. En la actualidad, apenas habitan en sus aguas algún centenar de ejemplares. El Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) impulsa desde 2022 diversos proyectos de recuperación de la ostra plana europea (Ostrea edulis) con la vista puesta en que estos bivalvos se conviertan en un medio de regeneración natural de este ecosistema por su enorme capacidad filtrante. La ciudadanía, que ha jugado un papel esencial para presionar a las administraciones a tomar medidas para la recuperación del mar Menor, es también parte de este proyecto: los vecinos se han convertido este año en jardineros que cultivan esa especie y monitorizan sus avances, en un ejemplo más de que la ciencia y la conciencia cuidada pueden (y deben) ir de la mano en la recuperación ambiental.
“Que nadie se llame a engaño. La recuperación de las ostras en el mar Menor no es una varita mágica para acabar con sus problemas de contaminación, que son muchos y de muy diversos orígenes. Pero sí puede ayudar en la absorción del exceso de nutrientes, principalmente nitrógeno y fósforo, mejorando así la claridad del agua”, explica a EL PAÍS Marina Albentosa, la investigadora del IEO-CSIC que coordina esta iniciativa. Los 135 millones de ostras que llegaron a habitar el Mar Menor, explica, podían filtrar toda el agua de la laguna en unos 50 días. Volver a alcanzar esa cifra, aunque viable, está muy lejos de la realidad actual.

La experta lleva años estudiando los trabajos de extracción de nutrientes con bivalvos que se desarrollan en diversos puntos de Estados Unidos, y su idea de extrapolar ese uso a la laguna litoral murciana dio sus primeros pasos en 2022 de la mano del Programa Pleamar del Ministerio de Transición Ecológica, cofinanciado con fondos europeos FEMPA. Esto permitió al IEO poner en marcha un pequeño criadero en el que se logró cultivar ostras en cautividad. Con esa fase superada, se sumó al proyecto la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) que, durante dos años, ha estudiado la adaptación y comportamiento de las ostras criadas en cautividad en un entorno semicontrolado como son los canales de las salinas de San Pedro del Pinatar.
El último paso, llevar las ostras criadas en cautividad al mar, es el denominado “Programa RemediOS”, en el que participan además el Gobierno murciano y la empresa Estrella de Levante, y es en esta fase donde se ha apostado por abrir la ciencia a la ciudadanía. Para ello, una treintena de voluntarios (en realidad son muchos más, pues suelen hacer la actividad en familia) acuden una vez al mes a un pantalán en San Pedro del Pinatar, en el que reposan sumergidas a poca profundidad las cestas que contienen las ostras.
El trabajo de estos jardineros consiste en limpiar con un cepillo la cesta para garantizar que el agua fluya sin entorpecimientos en su interior. Además, deben medir el tamaño con un calibre y el peso con una báscula. También la temperatura y salinidad del agua. Y anotar toda la información en un cuaderno con el que a finales de este año se generará una base de datos que permitirá constatar la evolución de estos bivalvos en el mar.
Así lo ha hecho desde que comenzó este particular voluntariado Luis Clavel, un murciano de 79 años que ha pasado toda su vida veraneando a orillas del mar Menor y ha sido testigo, cuenta, de cómo llegaron las ostras a mediados de los años 70 al ensanchar el canal de Estacio, y de cómo desaparecieron al comienzo de este siglo a consecuencia de la “extracción incontrolada”.
En su opinión, el hecho de abrir un proyecto científico a la participación ciudadana ayuda a que la sociedad tome conciencia de que se pueden dar pasos en la protección de la naturaleza. “Que yo pueda medir unas ostras tiene un impacto irrelevante. Pero sí tiene un impacto para mis nietos, que me acompañan en cada sesión. Se dan cuenta de que hay que cuidar el medio ambiente, de que ellos mismos lo tienen que hacer, y eso va permeando”, apunta.
También Beatriz Fernández participa en el voluntariado acompañada por su hija de 10 años y una amiga de esta. Natural de Almería y residente en San Pedro del Pinatar, asegura que le fascinó la capacidad filtrante de las ostras y decidió apuntarse para conocer más. En su opinión, el proyecto permite transmitir “lo que la ciencia y la investigación pueden hacer por la sociedad y por el medio ambiente”, y es lo que pretende que interioricen las menores que la acompañan.
Para Albentosa, que los ciudadanos participen directamente en un proyecto científico genera un cambio de mentalidad sobre la importancia de tener un medio ambiente de calidad. “A veces, los científicos o los ecologistas lanzamos mensajes que la sociedad puede tomar como catastróficos y tener un efecto contrario al deseado. Si todo está tan mal, da la sensación de que no se puede hacer nada para mejorarlo. Pero cuando tú mismo has visto tu ostra, has comprobado su crecimiento, has conocido su capacidad filtrante, es una forma de darte cuenta de cómo puedes cambiar”, sostiene.

“Ceder a los vecinos el método científico”, respalda la bióloga de ANSE Mar Celdrán, está ayudando también a que la sociedad conozca esta especie, más desconocida que otras de las que también están prácticamente desaparecidas del mar Menor, como el caballito de mar o la nacra, pero capaz de aportar importantes beneficios a la laguna.
Para el presidente de ANSE, Pedro García, “la conservación de la naturaleza no puede estar solo en mano de las administraciones, ni de los científicos, ni de las asociaciones: hay que implicar a la sociedad y hacer partícipe a la gente”. Porque, para que la conservación pueda ser real, “tiene que calar en la sociedad, la gente tiene que tocar la naturaleza”, defiende.
Los jardineros ciudadanos de ostras llevan desde abril recogiendo datos y hasta el momento, indica Celdrán, son positivos. Las ostras crecen rápidamente y apenas han tenido mortalidad, por lo que el IEO va a instalar este mes de septiembre cestas de mayor tamaño en la laguna, para ampliar el modelo.
En paralelo, también ese mes se va a introducir de manera controlada en la laguna un arrecife de ostras artificial, de unos 10 metros cuadrados. Estos arrecifes, explica la investigadora del IEO, tienen unas funciones similares a los de coral a la hora de impulsar la biodiversidad, ya que sirven de hogar a otras especies. “En distintas zonas del mar Menor las ostras pueden tener funciones diferentes y contribuir a atajar distintos problemas”, explica. No obstante, insiste en que esta es solo una iniciativa más, que debe ir acompañada de las intervenciones para frenar los vertidos en origen, las actuaciones en tierra, y otras en el mar para buscar un equilibrio que permita regenerar el ecosistema.
Para ello, en su opinión, además de la implicación de la comunidad científica y de las ONG y colectivos sociales y vecinales, es fundamental el trabajo conjunto de las administraciones, desde una postura unitaria entre el Gobierno central y el autonómico. Y llama también a la implicación de las empresas: apostar por proyectos empresariales de acuicultura de ostras, apunta, tendría no solo un impacto ambiental positivo, sino también económico, ya que se trata de un producto comercializable. “Recuperar niveles altos de ostras en el mar Menor es posible, pero es un proceso lento, que necesita la implicación de todos los sectores. Los resultados científicos permiten ser optimistas”.
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