Las luces humanas han alargado el canto de los pájaros
La contaminación lumínica está adelantando el inicio del día y retrasando la llegada de la noche para las aves con impactos inesperados


En las zonas más iluminadas del planeta, en su mayoría ciudades, los pájaros cantan hasta una hora más que en las áreas libres de contaminación lumínica. El dato, publicado en la revista Science, es uno de los resultados de una investigación con millones de trinos de centenares de especies. Esto supone que las aves empiezan su actividad diurna antes y descansan más tarde, quizá percibiendo que los días son más largos. El adelanto del inicio de sus vocalizaciones al alba y que sigan trinando cuando ya se ha ido el sol podría estar afectando a aspectos de su vida tan básicos como la reproducción, la exposición a los depredadores o sus migraciones.
La mayoría de los humanos de esta generación dejará de ver las estrellas. Pero el problema de la contaminación lumínica, multiplicado por la tecnología LED, va mucho más allá de la salud humana: recientemente se publicó un amplio trabajo que mostraba que, en las ciudades, la primavera se había adelantado mientras el otoño se está retrasando, alterando la fenología de las plantas. Del impacto de la contaminación lumínica en los animales hay muchos trabajos sobre especies específicas, como el drama de las luciérnagas, y unas pocas recopilaciones de estudios que muestran cómo las luces están trastocando la vida animal. Faltaba una investigación de gran alcance con alguno de los grandes grupos de animales.
Es lo que han hecho un par de biólogos estadunidenses que, apoyados en dos grandes conjuntos de big data, muestran lo que la contaminación lumínica le está haciendo a las aves: Por un lado, contaron con los datos de contaminación lumínica recogidos por un conjunto de satélites de la NASA, que registran la luz artificial emitida desde todos los puntos del planeta. Sobre ese mapa, pusieron más de 180 millones de cantos, gorjeos, trinos, vocalizaciones... de más de medio millar de especies de aves diurnas grabadas en cerca de 8.000 lugares entre marzo de 2023 y el mismo mes de 2024. Todos estos sonidos están alojados en BirdWeather, una plataforma que visualiza y organiza los millones de grabaciones realizadas por los voluntarios de BirdNet, un imponente proyecto de ciencia ciudadana.

Al combinar ambos grupos de datos, los investigadores comprobaron que los pájaros han alargado sus vocalizaciones en 50 minutos de media en las zonas más iluminadas, comparado con congéneres de su misma especie que viven en áreas con menos luces, como las rurales o forestales. El cambio en el inicio es algo menor que el que se produce al final del día. En concreto, han adelantado el comienzo de sus trinos al amanecer en 18 minutos y retrasado su silencio al anochecer en otros 32 minutos. Esas son las medias, hay algunos pájaros que han alargado su jornada casi dos horas, como el mirlo común. Otros destacan por lo temprano que empiezan, como el jilguero o el zorzal alirrojo, un pajarillo este que trina 58 minutos antes, allí donde más contaminación lumínica hay.
“También sentimos curiosidad por las especies nocturnas, por lo que realizamos un análisis completo de este grupo en un trabajo suplementario”, cuenta el profesor de conservación de la biodiversidad de la Universidad del Sur de Illinois (Estados Unidos) y coautor del estudio en un correo, Brent Pease. “Esperábamos una respuesta opuesta a la de las especies diurnas: deberían tener períodos de actividad más cortos en paisajes con contaminación lumínica. Sin embargo, en resumen, encontramos pocas evidencias de que las especies de aves nocturnas presenten una actividad truncada como respuesta a la contaminación”, añade. Sin embargo, sí observaron que las aves de hábitos nocturnos vocalizan menos en entornos muy iluminados.
Las vocalizaciones son un aspecto esencial en el mundo de las aves. Unas alertan de la presencia de depredadores y otras marcan el territorio. Los mejores cantos se destinan al cortejo. Y las crías reclaman su alimento con su píopío. Son el mejor indicador de la actividad diaria de los pájaros y programas como el de BirdNet permite identificar qué especie está cantando. Pero también ayudan a conocer otras dimensiones que no recogen las grabaciones. Como dice el profesor de la Universidad Estatal de Oklahoma (Estados Unidos) y coautor de la investigación, Neil Gilbert, “las vocalizaciones son solo un aspecto del comportamiento de las aves; es lo que podemos medir con mayor facilidad a gran escala, dado el estado actual de la tecnología”.

Los autores de la investigación indagaron buscando qué rasgos o patrones de conducta hacen a un pájaro más vulnerable a la contaminación lumínica. Algunos parecían obvios, pero había que confirmarlos. Como el tamaño de los ojos: las especies con ojos más grandes, propias de paisajes de umbría, como el sotobosque, están entre las que más han trastocado la duración de sus gorjeos. Es el caso del petirrojo americano y un pariente cercano, el mirlo común o europeo. Lo mismo sucede con las que crían en nidos abiertos, como los gorriones, en comparación a las golondrinas, que lo hacen en estructuras de barro con un pequeño orificio. Las especies migratorias también están entre las trastocadas. Aunque sean diurnas, la mayoría de ellas aprovechan la noche para migrar. Una dimensión crítica es el impacto de las luces humanas durante la temporada de cría.
Lo que dejan abierto los autores son los impactos que podría tener esta mayor actividad diaria en forma de cantos. En algunas especies, el adelanto del canto ha favorecido la actividad copulatoria extra fuera de la pareja. Los vencejos, por ejemplo, alargan sus vuelos buscando insectos al creer que aún está atardeciendo. Entre las golondrinas, un trabajo realizado en ciudades chinas mostró que al haber más luz, los padres pasaban más tiempo procurando comida a sus crías, por lo que la contaminación lumínica estaría favoreciendo su éxito reproductivo.
El investigador de la Universidad de Alicante Cristian Pérez, que no ha intervenido en este estudio, recuerda que la luz artificial tiene otros muchos impactos más allá del adelanto de las vocalizaciones. “Especialmente en la migración de las aves. En Nueva York y ciertas zonas de Estados Unidos llegan a apagar las luces cuando los modelos predictivos de Cornell dicen que va a haber flujos de migración potentes”. El Laboratorio de Ornitología de Cornell, de la universidad homónima, es uno de los principales centros del mundo dedicados al estudio de las aves. Aunque el español no ha estudiado el impacto de la contaminación lumínica directamente, sí que ha seguido el comportamiento de la alondra racotí, que adelanta su canto en las noches de luna llena. Con todo, lo que más destaca Pérez de esta nueva investigación es que gracias a plataformas de ciencia ciudadana “podemos responder a preguntas ecológicas que de otra manera sería imposible”.
El ornitólogo del Instituto Ornitológico Suizo Pablo Capilla sí ha investigado el impacto de las luces en varias especies de pajarillos. Capilla recuerda que la conexión entre la contaminación lumínica y los cambios en la duración del canto de las aves ya se había estudiado, “pero la base de datos que utilizan ellos es brutal”. También investigador del CSIC, Capilla tiene en marcha ahora el seguimiento a varias parejas de autillo europeo, una especie de búho pequeño. El objetivo del proyecto MIGRALIGHT es estudiar el impacto de la contaminación lumínica en el patrón migratorio de esta especie, que pasa la primavera y el verano en el sur de Europa y los inviernos en el Sahel africano. “Los datos son muy preliminares aún, pero los autillos que viven en las ciudades o que están expuestos a factores ambientales asociados a los humanos tienen una tendencia migradora menor”. El hecho ya observado es que una especie que migraba se está volviendo cada vez más residente y podría deberse a las luces humanas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
