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Un terremoto como el de Torrevieja en 1829 causaría miles de muertos por la masificación turística

Un estudio analiza el enorme impacto de sismos en la costa mediterránea, donde la población se ha multiplicado más del 500%, para ayudar a prevenir y educar sobre este riesgo natural

Un científico del CSIC analiza los daños provocados por el terremoto de Lorca (Murcia), en 2011.
Nuño Domínguez

El día de Navidad de 1884 la tierra tembló durante 20 largos segundos. Muchos relojes se quedaron parados a la hora de la catástrofe, alrededor de las nueve de la noche. En la ciudad de Málaga, miles de personas huyeron despavoridas de los teatros y los cafés. Pero lo peor estaba pasando en unos 100 pueblos serranos del interior. Arenas del Rey, asentado sobre un terreno arenoso, se derrumbó por completo con sus 400 casas. La mayoría de familias estaba en casa cenando y celebrando un día de fiesta. Aquel día murieron unas 900 personas, y otras 2.000 resultaron heridas. Fue el último gran terremoto de la historia de España, y el primero que despertó una inusitada campaña de ayuda internacional a las víctimas, que vivieron meses de terror por las frecuentes réplicas. Pasados más de 140 años, los científicos están seguros de que un terremoto así volverá a suceder tarde o temprano, aunque es imposible saber cuándo.

Un equipo de geólogos ha analizado el impacto de un terremoto similar en la actualidad. Al sismo de Arenas del Rey han sumado el de Torrevieja en 1829, que mató a casi 400 personas y obligó a reubicar cinco pueblos enteros —Guardamar, Torrevieja, Almoradí, Rojales y Benejúzar—.

Las estimaciones para la actualidad son escalofriantes. La zona afectada por el sismo de Torrevieja es hoy uno de los polos turísticos más habitados del país. En estos lugares, la población estable se ha multiplicado por seis, y la ocupación aumenta varias veces más en la época de máxima ocupación turística. Con la población actualizada de esta zona, según datos del Instituto Nacional de Estadística en 2024, un sismo como el del siglo XIX dejaría unos 5.000 muertos con un 60% de probabilidad. En época estival, la cifra podría llegar a los 11.000. Las pérdidas económicas estarían en torno a los 100.000 millones de euros.

“Somos conscientes de que estas estimaciones son terroríficas, pero hemos sido muy cuidadosos en la aplicación de los modelos y siempre hemos tomado las más conservadoras”, explica Javier Élez, investigador de la Universidad de Salamanca y primer autor del estudio.

Una imagen del pueblo Granadino de Jayena y una imagen de época tomada tras el terremoto de 1884.

Estos cálculos se han elaborado con la herramienta que usa el Servicio Geológico de Estados Unidos para estimar el impacto de terremotos graves en todo el mundo en función de su intensidad. El sistema se llama PAGER, siglas inglesas de Estimación Rápida del Impacto de Terremotos para Respuesta Rápida. Los científicos españoles lo han modificado para incluir datos de población actualizados y las peculiaridades geológicas de España. El sistema, que utiliza también imagen por satélite, permite tener una primera evaluación en cuestión de minutos.

“La estimación de terremotos siempre funciona con probabilidades”, explica Pablo Silva, catedrático de Riesgos Geológicos de la Universidad de Salamanca y coautor del trabajo, que se publica en la revista especializada Natural Hazards. “Si me preguntas si estos terremotos volverán a suceder dentro de unos pocos años, el riesgo es bajo. Pero si consideramos 250 años, la probabilidad sería casi del 100%”, advierte. Esta herramienta puede servir “para estar preparados ante catástrofes que sabemos que se van a repetir, y poder reaccionar mejor ante ellas”, argumenta.

En el terremoto de Torrevieja fue muy difícil socorrer a la población porque se cayeron todos los puentes que había sobre el Segura, que eran de madera, y dejó incomunicada a la margen sur. “En un terremoto actual, para los servicios de emergencia es clave saber qué vías de acceso y evacuación quedarían disponibles de acuerdo con las particularidades geológicas del terreno”, añade Silva. “La expansión urbanística y el desaforado desarrollo turístico de la zona sur de Alicante multiplican un 400% la vulnerabilidad de la zona ante fenómenos geológicos extremos”, alerta el científico.

A la izquierda, imagen del deslizamiento de tierra tras el terremoto de 1884 en Periana (Málaga), tomada durante la visita a la zona del rey Alfonso XII. Puede apreciarse la nieve caída tras el desastre. A la derecha, el mismo lugar en la actualidad.

“En el terremoto de Arenas del Rey, hubo cortijos enteros que se movieron 200 metros debido a los deslizamientos del terreno”, explica el geólogo del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC) Miguel Ángel Rodríguez-Pascua, coautor del trabajo. Aquel fue uno de los pocos terremotos históricos que dejaron cicatrices —desprendimientos, grietas— que son visibles aún hoy. “Estos lugares son parte de nuestro patrimonio geológico nacional, y además pueden ser el lugar perfecto para entrenar a las unidades de emergencia”, detalla. En el sismo de Torrevieja hubo licuefacción: un fenómeno sísmico en el que el suelo literalmente se disuelve y puede tragarse edificios con todos sus ocupantes dentro.

Los dos casos estudiados están en la zona de mayor actividad sísmica de España. En todos los escenarios analizados sería necesaria asistencia internacional, y en muchos de ellos se producirían pérdidas humanas y económicas para las que el país “no está preparado”, advierte el trabajo.

Rodríguez-Pascua y otros científicos del IGME forman parte de la Unidad de Respuesta Geológica de Emergencia, que ha colaborado con la Unidad Militar de Emergencias en catástrofes como la erupción del volcán de La Palma o la dana de Valencia. Los científicos prepararon los escenarios sísmicos en dos simulacros de terremotos en Sevilla (2016) y Murcia (2018), con una magnitud de 6,5, similar a la que tuvieron los sismos de Arenas del Rey y Torrevieja. El equipo lleva desarrollando herramientas adaptadas a las particularidades geológicas y geodinámicas de la península ibérica desde 2012 gracias a la financiación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.

Ruinas de Arenas del Rey tras el terremoto de 1884.

Los autores creen que España vive “en una falsa percepción de seguridad” respecto al riesgo sísmico. Esto se debe a que ha habido pocos sismos graves en periodos históricos. El último considerable fue el de Lorca en 2011, de magnitud 5,2 y que provocó nueve muertos, 300 heridos y unas pérdidas de unos 500 millones de euros. Hay toda una rama de la sismología que busca rastros arqueológicos de terremotos prehistóricos para poder ampliar la imagen estadística y tener mejor idea de lo que puede venir.

Parte del equipo científico ha colaborado en el Plan Nacional de Vigilancia Sísmica, Vulcanológica y otros Fenómenos Geofísicos recientemente aprobado por el Gobierno. El plan lo dirigió el Instituto Geográfico Nacional (IGN), entidad encargada del estudio y seguimiento del riesgo sísmico en España, y que depende del Ministerio de Movilidad y Transportes. El documento propone 58 medidas para reforzar las redes de vigilancia y detección de fenómenos naturales destructivos, como los terremotos, las erupciones volcánicas, los tsunamis o las tormentas solares. La propuesta de los científicos del IGME fue elaborar un mapa con todas las fallas activas del país, explica Rodríguez-Pascua. Con ese mapa, ya se podría comenzar a usar PAGER para hacer estimaciones de riesgo para localidades específicas.

“Sin duda es una herramienta útil que puede dar una idea muy buena del rango de víctimas y pérdidas económicas que se afrontan”, opina Juan Vicente Cantavella, responsable de la Red Sísmica Nacional del IGN. El geofísico opina esto a pesar de las limitaciones del modelo, que son sobre todo la falta de estadística sobre grandes terremotos en España, debido a su escasez. También faltan datos detallados sobre las características de los edificios en cada zona, algo esencial para estimar el riesgo real, pues no es lo mismo un pueblo de casas de adobe que de hormigón. El IGN realiza los mapas de riesgo sísmico basados en el registro de terremotos pasados. “En cualquier cálculo”, explica Cantavella, “aunque haya poca probabilidad de un terremoto grave en por ejemplo 50 años, siempre hay un riesgo que se asume”. En cualquier caso, opina que el PAGER adaptado a las particularidades de España “es una herramienta ciertamente útil”.

“Este es un estudio necesario, interesante y bien realizado”, opina Álvaro González, geólogo especialista en terremotos del Centro de Investigación Matemática de Barcelona. “Las graves cifras de pérdidas humanas y económicas que calcula este estudio son desgraciadamente razonables y muestran la importancia de estar preparados para eventos semejantes”, añade el investigador.

Hace ya 20 años, usando técnicas menos precisas, González ya estimó grandes pérdidas humanas si se repitiesen terremotos de la magnitud de los de Torrevieja o Arenas del Rey. “Este tipo de investigaciones son necesarias para poder hacernos una idea de las posibles consecuencias, y alertar de la necesidad de ser más resilientes ante estos eventos: dónde convendría rehabilitar edificios para hacerlos más resistentes, qué medios hay que tener listos para la emergencia, cómo educar a la población para protegerse, qué recursos económicos habría que tener disponibles para la ayuda y la reconstrucción. Los terremotos grandes, por su afortunada escasez, se van borrando de la memoria colectiva y es necesario advertir que la amenaza de un nuevo terremoto destructor sigue latente, y solo es cuestión de tiempo de que otro vuelva a ocurrir”, añade.

En 2013, González llamaba la atención sobre este problema en una carta al director de EL PAÍS que hablaba del terremoto que destruyó Lisboa en 1755 y mató a miles de personas en España y Portugal. “La supervivencia y el bienestar de las futuras generaciones en España dependerán de cómo hoy seamos capaces de investigar, prevenir y educar sobre riesgos naturales”, escribió.

Las estimaciones para un terremoto actual similar al de Arenas de Rey aportan la otra cara de la moneda. Ninguno de los posibles escenarios muestra unas pérdidas humanas cercanas a las registradas en 1884, hace 141 años. Una de las explicaciones es la despoblación que han sufrido las serranías de Granada, explica el catedrático de Salamanca Pablo Silva. La otra es que el temblor llegó justo cuando casi todo el mundo estaba en casa.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.
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