La diversión inesperada
El homenaje a Frankie, Sammy Davies y Dean Martin huele a pastiche pero encierra respeto y gracia


Empezábamos el mes con unos replicantes de los Beatles en las Ventas y anoche casi lo rematamos con el mismísimo Frank Sinatra soplando sus velas de centenario en el MadGarden junto a Sammy Davies Jr. y Dean Martin. ¡Nada menos! Añoramos lo que resulta metafísicamente inalcanzable (porque a Frankie o Lennon ya no podremos verlos jamás), pero también desperdiciamos las experiencias tangibles interponiendo un grabador de vídeo tembloroso y de calidad ínfima. Somos raros, incluso cuando nos divertimos contra pronóstico: el pastiche de anoche del Rat Pack olía a telefilme de sobremesa y solo atrajo a 500 espectadores (la apoteosis veraniega languidece), pero tenía salero, respeto y hasta gracia.
Nuestro madurito Frank tiene, en efecto, los ojos claros, luce traje clásico, marca la raya en el pelo entrecano y humedece los labios con un generoso whisky on the rocks, pero meterse en la piel de un hombre al que se le conoció como La Voz tiene algo de temerario. Stephen Triffitt parece un buen cantante de swing inmerso en un reto inalcanzable. Entona con notable gusto pero sin profundidad, así que su remedo solo gana puntos durante esos locuaces parlamentos de galán pícaro y seductor.
Como los otros dos imitadores no se enfrentan a mitos tan mayúsculos salen francamente airosos. George Daniel Long es un Sammy Davies algo revolucionado e hiperbólico, pero su Mr. Bojangles, con teatralidad de bombín y algunas frases preciosas, fue una absoluta delicia. Y Mark Adams encarna a un Dean Martin risueño y de gesto algo pasmado, simpático en su papel de yo-solo-pasaba-por-aquí. No llega a resultar tan juguetón como Rufus Wainwright y Teddy Thompson con la irresistible King of the Road, pero su interpretación de una novia "desmontable" en Side by side fue una lección de hilaridad. Frankie se entona en la segunda parte (bendita malta) con Fly Me To The Moon o All The Way, e incluso se infiltra entre el público, y el final cantado (My Way, New York, New York) es un festín. Inesperado y de mentirijilla, pero genuino. Qué cosas más raras nos pasan.
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