Desmaquillar
Lauren Luke es una joven artista británica conocida por los videos de maquillaje que cuelga en Youtube. El último está dando mucho que hablar. Porque en él Lauren, que aparece con un ojo morado, hematomas en el cuello y la barbilla, y cortes en la nariz y los labios, explica con toda naturalidad, como si fuera lo más normal del mundo, lo que una mujer tiene que hacer después de haber recibido una paliza, para tapar con maquillaje las marcas visibles del maltrato. Lo más impactante del mensaje es el tono desapasionado en el que se expresa; la objetividad con la que habla de las heridas producidas por relojes y anillos, o el canto afilado de una mesa. Y si esa naturalidad sobrecoge es precisamente porque sabemos que traslada a la perfección la trágica rutina en que se desarrolla la violencia de género, la “normalidad” con la que se perpetra, la experiencia cotidiana, “ordinaria”, que supone para tantas mujeres.
Lo que ese vídeo, que forma parte de una campaña de la organización Refuge, denuncia y trata de combatir es precisamente esa “normalidad” del maltrato y las estrategias con las que, en el seno de la sociedad, se camufla. Porque no se trata naturalmente de otro vídeo de maquillaje sino de todo lo contrario, de una invitación a desmaquillar, a destapar, a acabar con el silencio y el encubrimiento. Se nos dice allí que el 65% de las mujeres maltratadas no denuncian las agresiones de las que son víctimas. Entre nosotros la situación es igual de grave: un reciente estudio de la Dirección de Atención a las víctimas de violencia de género del Gobierno vasco señala que el 75% de las mujeres que sufren este tipo de agresiones no las denuncia. Este y otros datos oficiales —como el que indica que sólo el 1,15% de las denuncias por malos tratos las presentan familiares de las víctimas— ponen de manifiesto que el argumento del vídeo de Lauren Luke no puede ser más pertinente, que a la siniestra realidad de la violencia machista se le aplican a diario enormes cantidades de maquillaje real y simbólico; toneladas de encubrimientos, silencios, disimulos, falsas versiones (la enésima caída en el bañera; otra vez la inoportuna puerta en la cara…). Y qué decir de las heridas que marcan solamente por dentro.
La violencia de género es una violencia enmascarada. Una brutalidad que avanza por la vida personal y social con la cara casi siempre tapada de temores, componendas, inhibiciones, renuncias. De ojos que no ven, porque se dejan conformar con unas cuantas capas de barniz. No hay que conformarse, nos dice el vídeo de Lauren Luke; no hay que conformarse nos exige a diario la actualidad de unas agresiones que no cesan, que incluso van a más, y a peor porque atraviesan las fronteras generacionales. No hay que renunciar, ni inhibirse, sino reforzar las garantías para las víctimas, y ponerse a desmaquillar la violencia machista. A coger, como sociedad, la crema limpiadora y a quitarle, capa a capa, los tapujos.
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