El Ballet Nacional de España homenajea las esencias plásticas de José Granero
La compañía estrena en el Teatro Real un programa dedicado al influyente coreógrafo argentino con la reposición de cuatro de sus obras creadas expresamente para esta formación

Piedra angular del repertorio del Ballet Nacional de España (BNE), Medea fue un encargo expreso de María de Ávila a Granero y a Sanlúcar que rápidamente se instaló como un elemento imprescindible de la programación de la compañía titular española. Sanlúcar dedicó la partitura a Ávila, que, a la vez, había hecho otros encargos que se mantienen vivos y activos: Danza y tronío (Mariemma), Ritmos (Alberto Lorca) y Solo (Victoria Eugenia), entre otros. Todas estas piezas debutaron en el Teatro de La Zarzuela el 13 de junio de 1984, un programa tocado por las gracias y por una calidad indiscutible que garantizaba su permanencia y a la vez dibujaba una línea estética de futuro para el conjunto, tan prismática como compleja es la danza española en sí misma, con sus múltiples ramas, desde la Escuela Bolera de tradición al ballet flamenco, la danza estilizada y los campos de experimentación contemporáneos. Hoy una corriente, trufada de mala política, intenta no reconocer a María de Ávila la grandeza trascendente de su labor en el BNE.
José Granero (Buenos Aires, 1936 – Madrid, 2006), por muchas razones y méritos propios, es parte del modelado de esa estética y del usufructo de muy variados recursos teatrales en los que era experto y acumulaba una larga experiencia profesional. A excepción de la monografía bilingüe catalán-castellano de Marta Carrasco Benítez (Instituto del Teatro, Barcelona,1999), no existe más literatura ni análisis sobre su obra e influencias, que fueron muchas e importantes, desde sus colaboraciones con Antonio Gades, Manuela Vargas y José Antonio Ruiz, a su capacidad didáctica, que le garantizó el reverencial y muy justificado apelativo de Maestro. En más de una ocasión, Pilar López reconoció que, de todos sus “pupilos laborales” (le gustaba usar esta curiosa expresión), Granero era el único que, de manera integrada, seguía su escuela. Y esto palpablemente está en sus coreografías. A su vez, Granero no creó una escuela directa, lineal, sino que sus maneras y modos pueden rastrearse a lo largo de casi dos generaciones y media de la danza española, con especial énfasis en su delicado tratamiento de la mujer, el conjunto coral y las transiciones de dramaturgia.
El programa homenaje que estrenó esta noche el Ballet Nacional de España en el Teatro Real de Madrid estuvo bien bailado, pero no puede hablarse de algo magnífico. Hubo calidad de baile (la que habitualmente regala la plantilla, bastante homogénea y preparada), limpieza técnica, arrojo y voluntariedad de destaque, pero faltaron otras cosas, más de meollo y filigrana. Recuerdo estos mismos ballets bailados con más suavidad, dulzura en el fraseo, matices en los acentos y el estilo. En eso la danza ha cambiado en general, es verdad, pero el arte coreográfico debe defender sus reglas de excelencia, pues en ello le va de verdad su supervivencia. La tradición interpretativa no es una carga, sino un bien patrimonial.
Volviendo a Medea, y se podría escribir un jugoso estudio sobre este ballet, es posible que Granero viera en Nueva York la propuesta de Birgit Cullberg en el New York City Ballet en 1958; en aquellos días Granero tenía 23 años y estaba en la Gran Manzana. Cullberg había estrenado en Estocolmo en 1951 y el NYCB la acoge en repertorio con Melissa Hayden como la Medea y Violette Verdy como Creusa, Jasón fue Jacques d’Amboise. Igualmente puede especularse con que, con la cercanía que tuvo el argentino con Martha Graham, pudo ver Cave of the Heart (1947, Barber), que se mantuvo en repertorio. Granero era sobre todo un coreógrafo de cultura, ampliamente basada en el teatro musical y en el acopio de técnicas diversas. El libreto de Narros y Granero sigue el esquema Cullberg de las cinco escenas canónicas y el carácter de la mítica maga que dibuja no está lejos de la siempre terrenal enrabietada y torturada que legó Graham. Son buenas y elevadas influencias muy bien asimiladas. La hibridación entre tragedia griega y gitanería fatalista es perfecta, plásticamente plena de ese tenso ceremonial que caracteriza a Eurípides (y con el que mantenía en vilo al público) que se resuelve en tono mayor. Medea contribuyó a la modernización del ballet español teatral que ya habían planteado Gades, Ximénez, Córdova y otros en la senda López. Algunas cosas de esta reposición no están bien, como las luces y que los hijos de Medea le saquen un palmo de estatura. No son asuntos menores. La orquesta hizo lo suyo y Manuel Coves se esmeró en el seguimiento de los bailarines. Hay que recordar que Manolo Sanlúcar orquestó el mismo su Medea, descontento con algunos arreglos anteriores, se afanó en ello, estudió denodadamente orquestación y otras materias para conseguir sus propósitos originales y dosificando el papel de las guitarras, la percusión y el replicado de los temas.
El programa se abrió con Leyenda, una obra deliciosa que resiste también el tiempo y deviene decálogo estético de Granero, sus soluciones en canon y su habilidad notoria al mover un cuerpo de baile integrado. Cuentos del Guadalquivir, por su parte, con su extractado paso a dos, resulta evocador dentro de un decorado de aire retro y con una coreografía misma que es exigente con los bailarines y evoca el cine musical tardío de los años cincuenta del siglo pasado. Bolero, según Granero, es un ballet coral, influenciado por la revista lujosa y de gran aparato escénico. Funciona, y puede valorarse en su fácil espectacularidad, su impacto buscado con oficio en el crescendo, pero está lejos de poder ser considerada una de sus mejores obras, consiguiendo su objetivo de obnubilar al público. El bis y saludo con acordes de Ravel, desconcierta por su vulgaridad. Una herejía.
Además de las cuatro obras de Granero, hubo un estreno tan gratuito como prescindible que no pintaba nada en esta velada, metido con calzador a capricho. Miguel Ángel Corbacho bailó su solo de creación Segunda piel con un disfraz imposible de pirata del Caribe firmado por Yaiza Pinillos; era un monólogo de teatro dentro del teatro disperso, largo en exceso y del todo injustificado.
Coreografías de José Granero: ‘Leyenda’ (1994, Isaac Albéniz / José Luis Greco); ‘Cuentos del Guadalquivir’ (1994, Joaquín Turina); ‘Bolero’ (1987, Maurice Ravel); ‘Medea’ (1984, Manolo Sanlúcar). Ballet Nacional de España. Director artístico: Rubén Olmo. Orquesta del Teatro Real. Dirección de Manuel Coves. Funciones hasta el 19 de octubre.
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