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La punta de la lengua
Columna
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Acaparar el trabajo y el papel higiénico

Hay que prestar atención al uso exagerado y peyorativo de este verbo, que a veces ofrece un efecto perverso

Álex Grijelmo

El verbo “acaparar” forma parte de aquellos que dan una sorpresa cuando verificamos su significado. Por lo que sea, muchos hemos pensado algún día que estábamos ante un verbo que se ejecuta siempre en términos absolutos; es decir, que implica adquirir o retener todos los elementos de un conjunto de cosas.

Sin embargo, el Diccionario académico no establece para “acaparar” la condición de que hayan de quedar agotados los objetos antes accesibles para otros, sino que basta con haber obtenido una gran cantidad de ellos.

Dice la definición: “Acaparar. 1. Adquirir o retener cosas propias del comercio en cantidad superior a la normal, previniendo su escasez o encarecimiento”. “2. Apropiarse u obtener en todo o en gran parte un género de cosas”. A su vez, el Diccionario del Español Actual, que dirigió Manuel Seco, tampoco establece la condición de que el acaparamiento se produzca al conseguir todos los elementos disponibles, sino que basta “la mayor parte”.

Por tanto, un titular como “Cuenca acapara el Gordo de la Lotería” puede significar que todas las series del número afortunado habían sido adquiridas en esa ciudad o en su provincia, pero también que se habían comprado allí la mayoría de los décimos (por tanto, no todos) .

¿Cuál de los dos sentidos aplicamos cuando nos topamos con ese ambiguo verbo? Eso depende generalmente del contexto, como muchas otras veces. Si decimos “durante la pandemia, mi primo se dedicó a acaparar papel higiénico”, se entiende que se llevó del supermercado una gran cantidad de unidades, no la totalidad. Pero un titular como “Los españoles acaparan el podio en MotoGP” implicaría que los tres primeros puestos quedaron ocupados por nuestros pilotos. No se escribiría ese verbo si solamente se hubieran alcanzado dos de los tres lugares.

Por tanto, en algunas situaciones “acaparar” funciona de forma semejante a “copar” (“Conseguir en una elección todos los puestos”) o “monopolizar” (“Acaparar algo o a alguien de una manera exclusiva”). Pero en otras no, pues en ellas se acerca más a “acopiar” (“Juntar, reunir en cantidad algo”). Por tanto, interpretamos este verbo en cada caso con una cierta mirada subjetiva y dependiendo de la situación.

De otra parte, el uso que ha experimentado “acaparar” durante decenios le endilga un cierto matiz peyorativo cuando la acción se percibe como perjudicial. No nos gusta que los demás acaparen: detestamos quedarnos sin yogures de fresa tras observar que un cliente acaba de arrasar con los que poco antes se hallaban a nuestra vista, nos molesta que el turismo acapare los pisos en alquiler, o que un cuñado incompetente quiera acaparar la atención en la cena navideña.

Los periodistas deberíamos poner mucho cuidado ante este verbo, sobre todo porque a veces se nos cuela con un efecto perverso. Por ejemplo, en este titular de Abc el 18 de enero de 2025: “Los extranjeros acapararon el 41% del empleo creado en 2024”. O este párrafo escrito en EL PAÍS el 20 de abril de 2024: “Aunque [la población foránea] representa solo el 12,7% de la población total española, ha acaparado el 17,8% de la ocupación”.

Creo que ni el 41% ni el 17,8% justifican ahí el énfasis preocupante que implica el uso de “acaparar” (incluso si no fuera esa la voluntad del autor): los españoles están quedando excluidos de los nuevos empleos. Tal desatención semántica puede desatar la ira, precisamente, de algunos de quienes en su día hicieron acopio de papel higiénico sin importarles que no les quedara a los demás.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades
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