Magnetismo e influencia de la escena polaca
‘Generation After’, gran escaparate de la escena emergente centroeuropea, abre con un poderoso ritual de Lina Lapelyté con el TR Warszawa


La única certeza que ofrecen las fronteras es su provisionalidad. En su novena edición, Generation After, cruce de caminos de las nuevas tendencias del teatro polaco que se celebra en Varsovia del 4 al 6 de septiembre, se articula en torno a la incertidumbre producida por la ruptura de los límites geográficos y simbólicos, en la vida y en el arte. Todos los espectáculos que se presentan rozan esta idea y alguno entra en en ella a saco. Este es el caso de Cosmic Home (hogar cósmico), de la lituana Lina Lapelyté, de quien en España se exhibió en 2022 Sun & Sea, obra con la que obtuvo el León de Oro en la Bienal de Venecia.
Cosmic Home, estrenado el jueves, es un oratorio en movimiento perpetuo. Sobre un escenario giratorio, nueve intérpretes giran, a su vez, sobre sí mismos, mientras giran también los grupos de luces con los que el espectáculo se ilumina. El texto, cantado y recitado con sentido musical, va pasando de unos actores a otros como se pasan los atletas el testigo en una carrera de relevos. No hay personajes ni argumento, sino figuras que van desgranando un texto también giróvago, pues vuelve sobre sí mismo como un rezo, una letanía, un canto de siega o como las palabras de un hipnotizador.
Lapelyté entrelaza pensamientos cotidianos y angustias pequeñas con lo universal y con lo infinito. Poco a poco, los espectadores, que rodean por completo el escenario circular, entran en la órbita de los intérpretes, se dejan arrastrar por la potencia, la gravedad, el sentido del ritmo y la exactitud de su canto, pero también por la amplitud con la que llega un texto tan abierto como el que van trazando la directora y su equipo. “Si todo se está moviendo, aquí ya no es aquí”, resume uno de los cantores, en un verso que vuelve como un estribillo, para instalarse. Por la sobriedad, el lirismo sin retórica y el pálpito genuino, in crescendo, con el que transcurre la función, pero también por la pulcritud exquisita con la que los actores proceden, el público les obsequió con un aplauso extenso que fue desembocando en ovación.
Este showcase varsoviano tan atractivo tiene dos secciones: el programa propiamente dicho, que sirve de trampolín a artistas emergentes (pero en el que figuran también grandes firmas que hacen funambulismo sobre el filo de un cuchillo, como Lapelyté durante este perpetuum mobile), convive con una sección de espectáculos acompañantes en la cual se representan obras que ya produjeron su impacto en la cartelera, como Mein Kampf, producción del Teatr Powszechny, orquestada por Jakub Skrzywanek, de 33 años, subdirector del Stary Teatr de Cracovia.

Aunque el nazismo fuera derrotado militarmente, su arraigo persiste y rebrota con otros símbolos y bajo otras banderas, pero con espíritu idéntico. Estrenado en 2019, el espectáculo, que todavía no he visto, utiliza fragmentos literales del libro de Hitler y, al parecer, ha cobrado otro significado en la medida en que en Polonia el voto ha extremado la exactitud de su división en dos mitades: liberales y nacionalistas. La línea divisoria entre las regiones donde son mayoría unos y otros sigue casi exactamente la antigua frontera entre los imperios Alemán, Ruso y Austrohúngaro del siglo XIX, cuando Polonia estaba desaparecida, dividida entre los tres. Esa frontera fantasma, borrada de los mapas tras la I Guerra Mundial, sigue sin embargo separando las mentalidades de la mediana de los habitantes que quedan a uno y otro lado.
Voyage, voyage, cuyo estreno en francés abrió Generation After, es un monodrama en el que Bogusława Schubert, actriz habitual en las películas de Agnieszka Holland, invita a diez comensales al salón de estar de su propia casa, para contarles siete episodios acontecidos en otros tantos espectáculos que marcaron su carrera. Schubert recibe a sus invitados vestida como La Reina del Limón. Hará más de 15 años que se retiró de los escenarios para montar con su hermana Karolina un obrador de confitura de limón, Cytrynowe Królowe, en torno a cuyo carácter artesanal ha elaborado una mística. Coronada con hojas de limonero, la actriz recuerda su debut interpretando a la Margarita del Fausto de Antoine Vitez, en el Théâtre National de Chaillot. En una escena donde estaba desnuda, un espectador alzó la voz, después otro… Sus voces se le clavaron como cuchillos. Como una bomba, le estalló un insulto: “Pigalle”, y la actriz cortó la representación, invitó al espectador a subir y, a la vista de que no se atrevió, volvió a escena como Margarita, cosechando un aplauso cerrado.
Pero Vitez, “entonces el Rey Sol de la escena francesa”, al que no le hizo gracia ninguna que cortara la representación, fue a buscarla con malos modales. Schubert prosigue el relato en un tono coloquial íntimo en el que dosifica inflexiones de voz extremadas, eficacísimas, propias de quien se dirige a una platea pero que funcionan de maravilla en esta salita habilitada en el Nowy Teatr para que entre algún espectador más de los que caben en su casa, donde estrenó la versión en polaco. Tiene la actriz un don para conciliar lo teatral y lo íntimo.
También en el Nowy, organizador de Generation After, Teraz Poliz, única compañía teatral polaca exclusivamente femenina, estrenó la adaptación de The feminist killjoy handbook (el manual de la feminista aguafiestas), un libro de Sara Ahmed editado por Penguin en 2024.
Teach Me Not!, un desasosegador paso a dos de Wojciech Grudzinski con Maria Magdalena Kozlowska, empieza con un sentido del humor que recuerda al de las primeras piezas de La Ribot, o las de Macarena Recuerda Shepherd (heterónimo de Lidia González Zoilo), con ambos bailarines deslizándose bajo el tapiz rosa que cubre todo el suelo de la sala grande del Nowy. Luego emergen ambos, en sendos desnudos muy expuestos, a la manera de Juana Dolores en Massa diva per a un moviment assembleari, pero pronto la función adquiere una crudeza, una extrañeza y un sentido de lo perturbador sin parangón. Enmascarados, sus personajes desnudos, grotescos, inician una serie de escenas de doma y de onanismo en la que establecen con el público una distancia similar a la que brinda el teatro de marionetas.

Teach me not! se sostiene, sobre todo, por el rigor con el que sus intérpretes llevan a cabo las acciones más pedestres y las más osadas. El desempeño físico preciso, su concentración, el carácter ritual que le imprimen a su trabajo obligan al público a prestarles atención plena. La cópula que mantienen estos dos personajes abigarrados podría ser la de dos escarabajos, dos australopitecos, dos alienígenas… ¡Se agradece tanto cuando Kozlowska se despoja por fin de su máscara y podemos simpatizar por vez primera con lo que hace!
Polonia, cuna de Grotowski y de Tadeusz Kantor, ha marcado el teatro europeo, pero muy especialmente el catalán. Pawel Rouba, primera figura del ballet de pantomima de Henryk Tomaszewski, que se instaló en Cataluña en los años setenta, junto a su esposa, la atleta Irene Rouba, a los que se sumó Andrzej Leparski, actor también con Tomaszewski (mimo que marcó el teatro europeo de su época con grandes montajes de teatro físico), crearon la Escuela de Mimo y Pantomima, dentro del Instituto del Teatro, cuando su director era Hermann Bonnin. Con ellos se formaron muchos integrantes del primer Teatre Lliure, codirigido por Fabià Puigserver, hijo de republicanos exiliados en Polonia. También estudiaron allí Els Joglars, los integrantes de Comediants, Tricicle, Vol Ras, Gemma Beltran y un largo etcétera que imprimieron en el teatro catalán una destreza física y un gusto por lo grotesco de raigambre polaca.
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