El Museo del Mañana de Río de Janeiro, ¿concienciación ambiental o ‘greenwashing’?
El museo más visitado de Brasil cumple diez años con una mirada ambiental, pero entre sus patrocinadores está la petrolera Shell. Su director defiende que empresas como esta estén en el centro del debate, aunque no sea lo más cómodo

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El futurista edificio del Museo del Mañana de Río de Janeiro cumplirá en diciembre su primera década brillando sobre las aguas de la bahía de la ciudad. Diez años en los que se ha convertido en el museo más visitado de Brasil (más de un millón de visitantes anuales) y en una referencia con su discurso sobre los desafíos del futuro, en especial sus alertas sobre la contribución humana al cambio climático. Las pantallas gigantes con chimeneas humeantes, sequías y glaciares derritiéndose son impactantes. El mensaje sobre la necesidad urgente de cambiar de rumbo es claro. El problema está en la letra pequeña, que pasa desapercibida para la mayoría de los espectadores: el museo cuenta con el patrocinio de Shell, una de las petroleras causantes de buena parte de los problemas que relata el museo.
¿Es este edificio un ejemplo de greenwashing o ecopostureo de tamaño monumental? La singular construcción, proyectada por el arquitecto español Santiago Calatrava, ya nació como una declaración de intenciones: su sistema de refrigeración usa agua de la bahía de Guanabara, que depura y devuelve limpia, y en la cubierta brillan placas solares que en su momento (llevan tres años sin funcionar) aportaban el 15% de la energía que consume el museo. Detalles simbólicos para un contenido muy diferente al de los tradicionales museos de ciencias. Aquí no hay experimentos de física, ni esqueletos de ballena. Abundan los juegos interactivos y las pantallas, donde se afirma, sin miedo, que las olas de calor, la pérdida de cosechas o los refugiados climáticos son consecuencia, entre otros factores, de “la quema descontrolada de combustibles fósiles”.
Para el activista ambiental y geógrafo Bruno Araújo, que Shell patrocine un museo con ese mensaje no es ninguna sorpresa, porque se trata de una estrategia para reposicionarse y apropiarse del debate. Negar el cambio climático y su responsabilidad “ya es imposible y queda muy feo”, subraya.

La alternativa ahora, dice, es subirse al carro de la solución. “Para ellos está muy bien que ese lavado de imagen verde esté ligado al mañana, para vender que están dejando de ser petroleras y que pasan a ser empresas de energía”. Araújo se hizo viral hace pocos meses cuando, durante una subasta de yacimientos de petróleo en un hotel de Río, persiguió a un directivo de Shell preguntándole si le preocupaba el futuro de sus nietos y si podía dormir tranquilo por las noches. El año pasado, Shell tuvo un beneficio neto de más de 16.000 millones de dólares, y a pesar de la insistencia de los discursos de transición energética, todavía gasta siete veces más en petróleo y gas que en soluciones y energías renovables, según un informe de Global Witness.
El director del Museo del Mañana, Cristiano Vasconcelos, asegura desde su despacho, con una preciosa vista aérea de la Amazonia retratada por Sebastião Salgado a sus espaldas, que no cree que el centro esté siendo “usado”. Defiende que los patrocinios son básicos para la supervivencia del museo (aportan el 70% de su presupuesto, unos 52 millones de reales al año, casi diez millones de dólares). Las empresas, dice, no tienen ninguna interferencia en el discurso expositivo. “No hay espacio para presiones, cero”.
El caso de Shell es el más flagrante, pero no es el único patrocinador polémico. Entre los más importantes también están el banco Santander, acusado en varias ocasiones de financiar a empresas causantes de deforestación, o Vale, la minera brasileña responsable de la mayor catástrofe natural de la historia de Brasil: la ruptura de la presa de Mariana (2015), con 19 muertos y toda la cuenca del río Doce contaminada, y de la tragedia de Brumadinho (2018), otra estampida de barro tóxico que acabó con la vida de 272 personas. Tanto Vale como Shell dedican importantes sumas de dinero a patrocinar eventos o equipamientos en los que puedan desplegar su mensaje sostenible. La minera, por ejemplo, está financiando buena parte de las obras de la cumbre del clima que la ONU celebra en Belém do Pará en noviembre, la COP30, y Shell se enorgullece de mantener el Jardín Botánico de Río de Janeiro.

Para el director del Museo del Mañana, una de las misiones del centro es crear puentes de diálogo y romper burbujas, por lo que cree que es clave que estas y otras empresas estén en el centro del debate, a pesar de que no sea lo más cómodo: “Si no traemos a quien es esencialmente parte del problema a la mesa para ayudar a comunicar y que las personas analicen, piensen e incluso presionen a esas mismas empresas, no conseguiremos nada”, afirma.
Estos días, el atrio del museo acoge una serie de exposiciones, charlas y debates bajo el lema Calentamiento para la COP, para debatir qué rumbos tomarán los compromisos de los países en la reducción de emisiones. “Ante la crisis climática, el museo entiende que se necesitan más que datos: hay que hacer sentir los acontecimientos para movilizar un cambio real en los modos colectivos de existencia”, dice un texto de bienvenida. En la parte exterior del museo, unos vehículos eléctricos estilo carrito de golf ofrecen paseos gratis a los turistas. Los patrocina Shell, que asegura que están alineados con la estrategia de la empresa de ser “un negocio con emisiones líquidas cero en 2050”. Los compromisos de la petrolera están en entredicho después de que el año pasado suavizara su meta de corte de emisiones.
La empresa, que no quiso responder a las preguntas de este diario, informó en un comunicado que el apoyo al Museo del Mañana es coherente con su visión de contribuir a un futuro con más información, más conciencia ambiental y más alternativas sostenibles y que la transformación “no se hace con rupturas inmediatas, sino con transiciones viables, seguras e inclusivas”.
En junio, Shell participó en una de las subastas que periódicamente realiza el Gobierno brasileño y se hizo con el derecho a explotar cuatro pozos de petróleo en las costas de São Paulo “para fortalecer el portfolio de aguas profundas en Brasil”. Se trata de un área de 2.700 kilómetros cuadrados en alta mar, a cientos de kilómetros, pero en el mismo océano sobre el que parece flotar el Museo del Mañana.
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