El Mundial más caliente
La FIFA tiene que tratar de arreglar la organización de partidos de fútbol bajo las altas temperaturas de Catar

Los bueyes no deben ir detrás de la carreta, las notas no se otorgarán sin que haya comenzado el curso y conviene que antes de arrancar un auto estemos seguros de que tiene ruedas.
Ciertos principios universales aconsejan que las decisiones no se tomen antes de los análisis, sino después.
Pero algo tan básico se olvidó a la hora de adjudicar el Mundial de Fútbol de 2022. La designación, adoptada en 2010, recayó en el caluroso Catar, un país cuyos habitantes se cuentan en dos millones y cuyo producto interior bruto se cuenta en cifras incontables. Sin embargo, no hay dinero en el mundo capaz de cambiar un clima concreto en ocho años, máxime si se trata de enfriar un planeta que mayormente se calienta. Ese emirato árabe independiente registra temperaturas de más de 40 grados en verano, y tal calor extremo no parece compatible con la práctica del fútbol de calidad, basado en la técnica, pero también en las prestaciones físicas de los jugadores, que habrán de desplazarse con rapidez de un lado a otro del terreno de juego en pos del balón. Si no se remediase el problema, los espectadores de todo el mundo tendrían la sensación de presenciar partidos en cámara lenta, velocidad más próxima a las épocas remotas de este deporte que a la entrenada potencia de los muchachotes de nuestros días.
El caso es que la FIFA decidió, primero, que el campeonato se jugaría en Catar y, después, se puso a mirar el termómetro. Una vez colocada la carreta delante de los bueyes, han surgido en su seno los análisis brillantes, como el enfocado a disputar el Mundial en invierno.
Eso organizaría un batiburrillo considerable en el calendario deportivo internacional y dejaría mirando al techo en mitad de la temporada a todos los jugadores que no fueran seleccionados. Otra opción apunta a la refrigeración de los estadios, sin reparar en que desde niños se nos advierte frente a los cambios bruscos de temperatura.
Pero el dinero lo puede todo, así que quizá se resuelva el embrollo en marzo de 2015, como ha anunciado la FIFA.
Al fin y al cabo, si los bueyes hubieran tenido la riqueza de Catar andarían siempre por detrás de las carretas.
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