Dios ha vuelto


A mí me pasó como a muchos otros/as: cuando los productores de los Globos de oro anunciaron que Ricky Gervais iba a presentar los galardones pensé que si en la primera ocasión había sido salvaje en esta iba a ser una auténtica locura.
Dicho y hecho, su maraña de chistes agrios, su sadismo en clave de comedia, su desinhibida incorrección política, ofendió a medio mundo (y desternilló al otro medio). Le tocó recibir a todo el personal, cada uno lo suyo, sin reparar en su sexo, religión o raza, una colleja genérica a Hollywood, como si fuera el niño vacilón de la claseal que nunca nadie se ha atrevido a toser y llegara un chaval nuevo y le diera dos tortas.
Obviamente, los mandamases no tardaron en quemarse a lo bonzo, “sorry” por aquí, “sorry” por allí. Pidieron disculpas hasta a la Estatua de la Libertad y aseguraron que aquel ser maligno no volvería (nunca más) a presentar aquellos benditos premios.
El asunto es similar a que uno se acostara con la mujer barbuda y luego se quejara públicamente de que era muy peluda: si fichas a Gervais no esperes a Billy Cristal (otro genio), ni viceversa. Es increíble lo que pasa cuando llegas a la cima haciendo una cosa a la perfección, que una vez allí te piden que dejes de hacerlo.
The Office era divertida, terrorífica, delicada y pantagruélica, todo en su justa medida y al punto de sal. Gervais era el hombre-orquesta que tocaba el violín, la trompeta, el contrabajo y el órgano para acabar componiendo una melodía soberbia. Había nacido un genio.Tan bueno era que dejó The Office en la cresta de la ola para dedicarse a otra cosa, sabedor de que las series –como las sardinas- empiezan a oler mal en cuanto te descuidas.
Su siguiente aventura se llamó Extras, y allí definió muy bien suconcepción del humor, algo corrosivo y caótico, ofensivo a simple vista, brutalmente honesto. Gervais daba vida a un extra que aspira a algo más que a enseñar la jeta diez segundos en películas de medio pelo. Su sueño llega en forma de serie cutre con gran éxito de público que solo le sirve para convertirse en un gilipollas frustrado. Le acompañan en la aventura un sinfín de estrellas de verdad: Orlando Bloom encarna a un pervertido, lo mismo que Daniel Radcliffe, los dos obsesionados por el sexo. Robert de Niro hace de idiota, Clive Owen es un misógino y Kate Winslet una fan del sexo telefónico. Así, sin más.
Extras duró dos temporadas y murió. Mejor dicho, como en el caso de The Office, Gervais y Stephen Merchant (su larguísimo socio) creyeron que ya estaba dicho lo que tenía que decirse y se dispusieron a probar suerte en el cine. Lamentablemente la fórmula no funcionó en la gran pantalla, seguramente porque el dúo está pensado para los efectos a medio plazo y los arcos argumentales de largo recorrido y el cine no es eso.
Sea como fuere, después de las aventuras animadas con HBO (El show de Ricky Gervais, que se puede ver en TNT, dial 24 de Digital +) y de la magnífica guía de viajes que es An idiot abroad (con el ínclito Karl Pillington, un personaje que parece salido de un relato de David Sedaris) la pareja más delirante de la comedia mundial vuelve a la carga.
Su nuevo proyecto se llama Life is too short y el protagonista es Warwick Davies, el enano de Willow, íntimo amigo de Gervais y que ya salía en Extras. Davies encarnará al enano propietario de una agencia de representación de enanos (lo de la agencia es absolutamente real: Davies representa a enanos desde hace años) que tiene todo tipo de problemas con sus clientes. Al parecer Gervais (y Merchant) aparecerán de forma regular en la serie interpretándose a sí mismos, lo cual no deja de ser un indicador de que el británico sigue disfrutando con sus ideas de bombero, con o sin enanos. Así pues, la divinidad del imperio británico ha vuelto y, como siempre, los demás detrás.
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