Hablamos de bodas con personas a las que les gustan las bodas
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Reflexiones, ideas y anécdotas de dos futuras novias
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“¡Tenemos el body!”
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BRENDA VALVERDE RUBIO
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Dos mujeres en los alrededores del lugar donde se celebraba la boda del príncipe Harry y Meghan Markle. / GETTY IMAGES
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¡Hola!
¿Cómo estás? Yo, con una prenda más en mi armario desde hace una semana. Hoy quiero contaros cómo ha ido mi experiencia buscando ropa interior para la boda, porque la verdad, ha sido de los momentos más divertidos que he vivido en los últimos meses.
La búsqueda comenzó porque la diseñadora del vestido me dijo que necesitaría un body, el que sería el primer body de mi vida adulta, porque aunque están bastante de moda (como prensa visible), yo no me he sumado a ella. Me puse a buscar antes de la primera prueba del vestido y acabé comprándome uno en unos grandes almacenes: color beige, corte de braga normal y corchetes 🚽. Incómodo como él solo desde que me lo probé. Además, los corchetes no eran muy fáciles de desabrochar, pero bueno, pensé que si los abría y cerraba varias veces le cogería el tranquillo.
Lo llevé a la prueba y se marcaba demasiado el corte. Entonces, la diseñadora me recomendó que me comprase uno de pantalón y me dio la referencia de una tienda de toda la vida del centro de Madrid. Ojo porque el primer body no pude devolverlo porque ya estaba desprecintado y eso hace que ahora cuente no con uno, sino con dos en mi armario. Y de aquí sale un consejo: mira bien las condiciones de devolución y asegúrate de que va a ser tu ropa interior antes de quitarle etiquetas, precintos y demás requisitos, porque no suelen ser prendas baratas.
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No hay escapatoria al famoso color de las bragas de Bridget Jones.
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Llegué a la tienda en cuestión, con cita previa. Algo que me está sorprendiendo mucho en este proceso es que puedes ir a muy pocos sitios sin tener cita, lo que para mí dificulta si un día te quieres hacer una maratón de visitas. Volvemos a la tienda. Las dependientas eran todas mujeres por encima de los 50 años, majísimas, super atentas. El sitio, pequeño, con cuatro probadores siempre ocupados. Pese a ser un día entre semana por la tarde, no dejaban de entrar clientas y algunas saludaban como si fuesen habituales.
“¿Te casas, no?”, me dijo la que desde ese momento sería la dependienta que me atendería cuando les dije que venía con cita. Ya en el probador, me trajo hasta tres bodys de pantalón. Pensé que la parte de las piernas me recordaría a las mallas que uso para jugar al voleibol, pero el largo y la sensación se acerca más a la pantaloneta de los ciclistas. Una vez le dije que me sentía cómoda y ella vio que el body quedaba “como tiene que quedar”, cerró la cortinilla del probador y exclamó en alto “¡tenemos el body!”. Antes, me anunció lo que vendría unos minutos después: “Ahora te explico los secretos de tu body”.
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Los corsés que llevaban las novias a finales del siglo XiX. / Chicago History Museum/Getty Images
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Ya en caja, pasó a enumerarlos. En primer lugar, me preguntó si sabía lo que era el punto cruzado. Me la jugué, porque en ese contexto no podían ser muchas cosas: “¿La rajita para hacer pis?”. Eso es, las dos telas que se cruzan y que tienes que abrir cuando quieres ir al baño. Entonces, pasó a explicarme cómo tendría que proceder en esos momentos. Algunas de las clientas que estaban mirando ropa interior por la tienda ya empezaban a prestar atención a nuestra conversación.
—”Primero, coge papel, muy importante que lo hagas antes”.
—”Después, te colocas de cara al inodoro, como los chicos”. Entonces la dependienta ya estaba mirando a la pared de la tienda y haciendo como si en la mano llevara el papel higiénico.
—”Flexionas, pero sin sacar culo, el chorro tiene que caer perpendicular al agua, si no estás perdida”. Tuve que asomarme un poco detrás del mostrador para seguir esta indicación.
Sentía que éramos tan el centro de atención que no me atreví a preguntar si había un plan por si no era solo pis lo que quería, pero no me atreví. Entonces, pasó al segundo secreto: “¿Qué hacemos al día siguiente?”. Me explicó que hay que lavarlo con agua y detergente, nunca en la lavadora, y doblarlo correctamente, sin aplastar la parte del pecho.
Y el tercer secreto, después de pagar. “Te doy el ticket pero este es un body patentado, si lo pierdes no pasa nada”. Por el corte con láser y no sé cuántas más cosas. Le agradecí muchísimo el trato porque da gusto encontrarte con gente tan apasionada con lo que hace y que intentan hacerte sentir cómoda hasta cuando llevas una pantaloneta color crudo.
Repetiría sin dudarlo frente a los grandes almacenes por tres cosas: el trato, la posibilidad de cambiarlo si a lo largo de estos meses necesito otro tipo de prenda o varío de talla, y porque un mes y algo antes de la boda me dijo que fuese para ponerme pinzas en la zona de la espalda y que quedase aún mejor.
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Esta semana he descubierto...
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Que lo de cómo ir al baño vestida de novia es un temazo del que se ha publicado mucho: ¡con consejos en vídeo e infografías! En el blog de LucíaSeCasa he leído una recomendación que voy a tener que interiorizar, ir al baño con tiempo, ya que yo suelo frecuentarlo bastante y soy de las que en la cola no se aguanta más. En este artículo de mi querido Buzzfeed prueban cuatro formas para ir al baño: con “bridal buddy”, una especie de falda que se lleva por debajo del vestido de la que luego salen cordones y al tirar de ellos el vestido sube; usando una bolsa de basura con un agujero para hacer el mismo efecto que en la forma anterior pero sin comprarte nada; y por último, sentándote en el baño tanto de espaldas como de manera normal mientras alguien te ayuda a subir y recoger el vestido.
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Las instrucciones de uno de los Bridal buddy que venden en Amazon.
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De novias
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Instantáneas y curiosidades de novias
Como no podía ser de otro modo, en el boletín de hoy os quiero enseñar una novia a la que, imagino, le costó ir al baño el día de su boda. La cantante Thalía se casó el 2 de diciembre del 2000 con Tommy Mottola en la Catedral de San Patricio de Manhattan. El diseñador del traje fue el mexicano Mitzy y lo que tenía claro la novia, según confesó a Vogue, es que quería un vestido “gigantesco”. Y lo consiguió, el vestido de Thalía, de tul, raso y seda, pesaba 70 kilos y la cola medía 17 metros. No quiero ni imaginarme qué pasó cuando esa novia necesitó ir al baño…
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En esta foto nos podemos hacer una idea de la super cola que llevaba. / GETTY IMAGES
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BRENDA VALVERDE RUBIO
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Es redactora en el LAB de EL PAÍS. En este equipo multidisciplinar experimenta con formatos y nuevas narrativas para contar las grandes historias del periódico. También coescribe las newsletters Correo Sí Deseado y De Boda. Antes trabajó en Verne, Newtral y El Confidencial. Es licenciada en Periodismo por la UCM y Máster de periodismo ABC-UCM.
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