
El viaje que era sueño y tornó en pesadilla
Cuando tu vida corre peligro si te quedas en tu país y emigrar supone una amenaza igual de grave o incluso peor, ¿qué hacer?


Jason (nombre ficticio) sale en bicicleta de la casa de su madre en Chimaltenango, Guatemala, el 29 de abril de 2018. Mary y sus hijos, Sami y Jason, fueron deportados de Texas en enero de 2018. La madre había huído de la violencia doméstica hacía 10 años; después de dos años en los Estados Unidos, pudo llevar a sus hijos con a ella. Tenía un trabajo estable en el restaurante local Chilli's y sus niños asistían a la escuela. Fueron detenidos violentamente y separados durante cinco meses hasta que fueron deportados a Guatemala. Ahora Mary no tiene trabajo y está en peores condiciones de vida. A los niños les cuesta adaptarse a una vida diferente. Unicef y sus socios están apoyando a la familia a través del proyecto de inserción laboral llamado 'Te Conecta'.
En los últimos años, un número creciente de niños y familias de los países del Triángulo Norte de América Central -El Salvador, Honduras y Guatemala- está migrando hacia el norte por caminos irregulares, esperando asentarse en los Estados Unidos. Algunos huyen de la violencia generalizada de las pandillas en sus comunidades de origen, mientras que otros intentan escapar de la pobreza endémica. Muchos esperan reunirse con familiares que ya viven en EE UU y los hay que buscan mejores oportunidades de educación. Sin embargo, el hilo común que une a todos los que emprenden este viaje es la esperanza de una vida mejor.
Tanya Bindra (Unicef)
Mary lleva a su hija, Sami, de 12 años, y su hijo, Jason, a la escuela en Chimaltenango (Guatemala?, el 30 de abril de 2018.
Los peligros del viaje hacia el norte están bien documentados. Los niños y las familias que no tienen acceso a vías migratorias seguras y legales a menudo optan por rutas informales peligrosas para llegar a sus destinos. Mientras transitan dentro de la región y a través de México, los migrantes de América Central pueden ser víctimas de trata, explotación, violencia y abusos por parte de delincuentes o de las fuerzas de seguridad. Los niños y mujeres no acompañados corren un riesgo aún mayor.
Tanya Bindra (Unicef)

Estos niños migrantes no acompañados fueron encontrados viajando solos con contrabandistas de personas, conocidos como coyotes. Posteriormente fueron deportados a Guatemala por las autoridades mexicanas. En la imagen, esperan a reunirse con sus parientes en un centro de recepción de la unidad familiar en el Aeropuerto Internacional La Aurora, Ciudad de Guatemala (Guatemala) el pasado 1 de mayo de 2018. Algunos padres pagan hasta 15.000 quetzales (alrededor de 2.000 dólares) para enviar a sus hijos con un coyote a EE UU.
Tanya Bindra (Unicef)
Una agente de inmigración guatemalteca compañana a una niña migrante no acompañada que fue encontrada viajando sola y posteriormente deportada a Guatemala por las autoridades mexicanas. La pequeña va camino de reunirse con su familia en el Aeropuerto Internacional La Aurora, en Ciudad de Guatemala.
Mientras que se sabe mucho sobre los riesgos para los migrantes que viajan hacia el norte, se ha prestado relativamente poca atención a lo que sucede con los migrantes, especialmente los niños y las familias, si son detenidos y expulsados por las autoridades de México o EE UU. No hay una cifra disponible sobre el número de migrantes centroamericanos que llegan a los EE UU a través de rutas informales porque entran por pasos fronterizos irregulares para evitar ser detectados. Sin embargo, es conocido que la cantidad de migrantes de América Central que han sido devueltos a sus países de origen no ha dejado de aumentar.
Tanya Bindra (Unicef)
Ruth Girón, de 13 años, abre las cortinas de su casa en El Pujuiles, en el municipio de El Progeso, (Honduras), el 6 de mayo de 2018. Ruth fue secuestrada por la mara Salvatrucha durante 50 días mientrasella y su madre trataban de llegar a Estados Unidos hace tres años. La progenitora, Esperenza Girón, pronto se irá nuevamente a EE UU, esta vez sin su hija.
Unos 63.523 migrantes de Centroamérica, incluyendo 10.756 mujeres y niños, fueron expulsados de EE UU y México entre enero y abril de 2018, un aumento del 39,4% con respecto al mismo período de 2017. El número de solicitudes de asilo de centroamericanos en EE UU también ha aumentado dramáticamente, pasando de 55.814 en 2016 a más de 130.000 el año pasado.
Tanya Bindra (Unicef)

Carla Yeseneia Guzmán, de 34 años, se sienta con sus hijas (de izquierda a derecha) Estephanie Obando (14), Nayeli (10) y Ange Obando (15), en su casa en Puerto Cortés, en Guatemala, el 8 de mayo de 2018. Todas fueron deportadas de Chiapas en 2016 después de un viaje difícil. No pagaron a ningún coyote, así que se abrieron paso a su manera, caminando por las autopistas, haciendo autostop y durmiendo en los parques.
Carla y las chicas tenían miedo constantemente. La madre fue violada por un camionero después de que las recogiera. Las chicas pedían dinero en las plazas de las ciudades mientras Carla trabajaba de camarera y realizaron trabajos sexuales para obtener dinero en el camino. Un hombre llegó a ofrecer a Carla algo de dinero a cambio de una de sus hijas.
Las chicas cuentan que siempre estaban hambrientas, cansadas y sedientas. Se sentían sucias y decían que era difícil sentirse dignas. Finalmente, fueron capturadas por la policía mexicana y enviadas a Honduras en un autobús. Ahora están en la misma situación en la que se fueron. Dicen que esperaban una casa grande, con jardín y árboles, pero en Honduras aseguran que no hay oportunidades, solo la violencia de las pandillas a su alrededor, así que están aburridas porque tienen que quedarse en casa la mayor parte del tiempo.
Tanya Bindra (Unicef)

Jorge, de cinco años, es examinado a su llegada al Aeropuerto Internacional La Aurora, Ciudad de Guatemala el 1 de mayo de 2018. Junto con su padre, Jorge fue deportado por Estados Unidos y enviado en un vuelo de regreso a su país desde Nueva York. Fueron descubiertos cuando su padre, Miguel, pidió un pasaporte a la embajada guatemalteca y esta informó a las autoridades estadounidenses.
Miguel obtuvo un préstamo para pagar su viaje a los coyotes. Trabajó hasta que pagó el préstamo, pero ahora no le queda dinero.
