
Los deseos de los niños descalzos
¿Qué reclaman al mundo los niños y niñas de la calle? Esta pregunta impulsó al dibujante a recorrer Latinoamérica en busca de respuesta. Tras un año de viaje por diez países, su cuaderno se colmó de historias que describen la realidad de una infancia abandonada a su suerte. En su periplo, le acompaña una bola mapamundi, clave en este trabajo de campo. La experiencia se convertiría en documental y en actividad pedagógica por escuelas. Por LUSMORE DAUDA

En la imagen Joel, de 6 años: "No quiero tu vallas, mi siempre solo, tu mucho amigo mío", junto a mí, el dibujante, en la ciudad de Antigua (Guatemala).

Muchos de los niños trabajadores que conocí se hallaban en pleno tránsito de abandonar el hogar familiar para convertirse en niños "de" la calle. Obligados a renunciar a los sueños de infancia, se aferran a la "libertad" de las calles en busca de autoestima. Sobrevivir en la calle no es nada fácil, muchos mueren a una temprana edad, otros subsisten desarrollando grandes cualidades de superación, y sólo unos pocos logran salir de ella para emprender una nueva vida. Acusados y criminalizados de maleantes, drogadictos y delincuentes, la realidad de estos niños, niñas y adolescentes se muestra muy distinta.
En un viaje plagado de paradojas, encontré luz y extraordinarias lecciones de vida en oscuros callejones sin salida. Estas son algunas de las muchas historias que se cruzaron en el camino.
En la imagen, Luis con el mundo a sus pies en Quito (Ecuador), mostrando los centavos que ganó como lustrador.

En la imagen, Hugo, de 9 años, en Puno (Perú). "Desde la mañana temprano trabajo de carretillero y peso bultos con la balanza". Dime Hugo: ¿Cuánto pesa el mundo? "Muy poco, diez céntimos de soles", responde. "Mi deseo es... que haya futuro en el mundo".

;En la imagen, Mateo y Cristóbal en Chiapas (México) trabajan entre montañas de un basural buscando trocitos de suerte que después cambian por dinero. Con voluntad de hierro, estos chamacos ponen del revés la realidad de sus días, haciendo de un estercolero lugar de risas y juegos. "Nuestro deseo, ser actores y salir en películas”.
*Zopilotes: Buitres / Papalotes: Cometas

En la imagen, David, de 9 años, en Cartagena de Indias (Colombia) pasa las noches en vela haciendo malabares con tres naranjas que vuelan. En compañía de un amigo viaja de polizón por las ciudades más importantes de Latinoamérica recolectando más monedas que aplausos. Su deseo: “Un pantalón, una camisa y unas chancletas”.

En la imagen, Juliana, de 13 años, en Managua (Nicaragua). Con 10 años abandonó su casa por los abusos de su padrastro. Cada noche posa su figura entre los coches que circulan en el cruce de los tres semáforos. Cuando un vehículo se detiene, Juliana sube al auto para perderse en la distancia. Rosa una vendedora que cada noche observa la misma situación reflexiona en voz alta: "¿Qué clase de sociedad y de mundo somos, que ni siquiera somos capaces de proteger a nuestros hijos?". "Mi deseo es trabajar y ayudar a mi hermanito".

En la imagen, Miguel Ángel, de 11 años, en Medellín (Colombia), vive en lo alto de un puente por encima del bien y del mal, guardando en su saber el extraño don de sobrevivir a muchas vidas. Día tras día, ahuyenta el hambre y la tristeza inhalando pegamento. En la noche, cuando la ciudad sólo es un montón de estrellas caídas, un Ángel sin alas vuela de nuevo retando al abismo.
Su deseo: "Quisiera que el mundo estuviera al revés".

Samuel, Jeferson y Deysi, en Ciudad de Panamá, mantienen una gran amistad a prueba de golpes. Los tres conocen bien la escasez de oportunidades por crecer y desarrollarse en un barrio violento como el suyo. Gracias a su pasión por el boxeo y el apoyo de un amigo entrenador encontraron la forma de superarse día a día. Cuando bajan del ring y salen de nuevo a las calles les esperan mil combates contra el adversario más difícil del mundo: la realidad.
Su deseo compartido: "Queremos ser campeón mundial”.

En la imagen Juliana y Hugo en La Paz (Bolivia): "Nos conocimos en la calle y ya nunca más nos separamos, nos queremos pues", Juliana. "La calle es mi casa, aquí lo aprendí todo", Hugo. Al poner el mundo en sus manos surgen sus deseos sin pensarlos: "Queremos que nos respeten". "Si, que no nos maltraten pues".

En la imagen, Víctor, de 10 años, en Cartagena de Indias (Colombia), a más de 800 kilómetros de su comunidad natal en la provincia del Chocó. Es un niño de campo, siempre anda sólo, se muestra huidizo y parece desconocer los códigos para desenvolverse en la calle. Me explica cómo llegó a esta situación. Tras presenciar la muerte de su padre a manos de unos paramilitares, "mi mama me obligó a huir junto a otros desplazados". Desde entonces, no ha tenido ningún contacto con sus familiares. Al caer la noche, un Víctor rendido emprende el viaje de su vida, soñando recuerdos y el canto de su madre. Su deseo: "Quiero reunirme con mi familia”.

En la imagen, Edwin, de 11 años, abandonó el pegamento y las calles de Tegucigalpa (Honduras), tras soñar una noche con su abuelo. Este le pedía de forma precisa y contundente que regresara a su comunidad natal. Tras reunir el dinero suficiente para costear el transporte, se reencontró de nuevo con su familia, su cultura y su identidad Garífuna. Ahora sueña con un cayuco para pescar en la inmensidad del mar. De momento, desde la orilla y con acierto, tira del anzuelo atrapando el almuerzo. "Mi deseo es ser capitán de barco”.

En la imagen, Yeffer, de 12 años, formándose como trapecista en la Fundación Circo para todos en Cali, (Colombia): " Ahorita mi familia y mi casa es esta carpa". Su deseo: "Ser un gran artista y actuar por el mundo entero".

Y en la inevitable despedida, los maestros de intemperies, los emisarios de conciencias, los coleccionistas de emociones, los más malos 'malotes', los desheredados de todo afecto posible, los seres más excluidos, marginados y olvidados, besaron y abrazaron a este mundo roto para desearle: "Hasta siempre, amigo. Buen viaje".