Coachella, lo de menos es la música
El festival que nació como un encuentro alternativo se ha convertido en un punto de encuentro de famosos y en una oportunidad para las firmas de moda

Las coronas de flores han desaparecido casi de Coachella este año. Pero los shorts vaqueros rotos, no; ni las botas de ante, ni el look boho-chic, ni el folk… Hay más flecos, dicen los expertos, y muchos crop tops (camisetas que dejan ver los ombligos). Pero cada año es, básicamente, el festival de música que menos atención mediática recibe por su música y más en términos de moda, y para comprobarlo sólo hay que escribir #Coachella en Instagram. ¿El resultado? Miles de fotografías con estilismos muy parecidos entre sí que hacen preguntarse si el festival sigue creando tendencia. O si fue siquiera original alguna vez.
"Los conjuntos favoritos de los asistentes son casi exactas réplicas de lo que sus padres llevaban en Woodstock (en algunos casos -haz las cuentas-, podría ser incluso lo que llevaban sus abuelos)", escribía el año pasado la editora de Vogue América, Lynn Yaeger, sorprendida de que la imitación no se hiciera con ironía o cierto sentido del humor, sino con la simple y llana intención de copiar a aquella generación.
La invasión de estrellas, cantantes, actores o modelos [este año ya se han dejado ver las modelos Alessandra Ambrosio y Kendall Jenner, Leonardo DiCaprio, Bradley Cooper, Justin Bierber o el hijo mayor de los Beckham], ha convertido a la primera cita festivalera de la temporada en los últimos tres años en una pasarela de reflexionados estilismos creados para conseguir llegar a las galerías online o a las redes sociales, y, en definitiva, en un encuentro cada vez más corriente.
"Todo el mundo usa flecos, todo el mundo lleva flores en el pelo, Ray-Ban y pantalones cortos de cintura alta dejando ver su trasero. Todo el mundo parece igual. Es sólo una masa de festivaleros genéricos", explicaba recientemente Kim Taylor Bennett, editora de Estilo de la revista Noisey, que lleva cubriendo Coachella -que se celebra en Indio, California- más de una década, cuando aún era una cita sólo de música alternativa. "Eso es lo que significa mainstream: todo el mundo llevando ligeras variaciones de lo que lleva todo el mundo".

Los principales responsables de esta popularización del festival son, efectivamente, los famosos. La posibilidad de estar en un concierto al lado de Paris Hilton, Kate Bosworth o Kendall Jenner atrajo a muchos más anónimos multiplicando el tamaño del evento (al ritmo que se multiplicaba el precio de sus entradas), pero también a muchas marcas que han visto en esta temporada de festivales una nueva forma de negocio. "Es ideal para las marcas porque tienes a toda esta gente atractiva junta en un solo lugar. Pueden aprovecharlo y correr la voz sobre lo que están promocionando", dice también Taylor Bennett.
Marcas como H&M, Forever 21 o las firmas online ASOS o Net-a-porter sacan sus líneas especiales para festivales semanas antes de que arranque Coachella y las mantienen durante meses para sacarle partido a toda la temporada. Porque los festivales de música son ahora una nueva temporada de moda, una que se ha hecho hueco entre la moda de invierno y la de primavera-verano. "Bonnaroo, Lollapalooza, y luego empiezan los festivales europeos: los españoles son increíbles. Ahí fuera hay definitivamente una chica que quiere hacerse todo ese circuito. Nosotros sentimos que debemos hacer ese producto para mantener su interés", dice Sophie Brierley, de la marca Free People, orientada claramente a este público festivalero.

La tendencia de viajar por el mundo de festival en festival sigue en auge, pero las tendencias de moda que se crean en esos festivales parecen ya un espejismo porque no son más que la respuesta a lo que las firmas de moda ofrecen en sus escaparates. Son ellas las que han decidido que este año en Coachella haya más flecos y menos coronas de flores, y que, de nuevo, haya una referencia más clara aún a lo que se llevaba en Woodstock hace más de cuarenta años.
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